La pantalla advertía que la película era un espacio de clasificación “C”, apto solo para mayores de 18 años.
En el chifa estábamos unos ocho clientes, un mesero y la señora de la caja. Eran las dos de la tarde y todos ponían atención al televisor.
La escena era comprometedora, una chica en un cuarto y unos chicos la espiaban mediante cámaras ocultas desde otra casa. La mujer empezó a desvestirse, mostró de más. Los jóvenes hacían gestos y pronunciaban palabras “de adultos” mientras la veían masturbándose y luego siendo “manoseada” por un hombre que entró.
En el chifa, una de las comensales no podía disimular su curiosidad por lo que veía y tampoco hacía nada para que su hija, de unos 10 años, no vea la película. Lo propio en otra mesa, donde había cuatro adultos y un niño.
Me levanté, pagué la cuenta y le dije a la señora que cobra que no deberían poner eso a esa hora, por los niños. Ella bajó la mirada y se puso a contar monedas.