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¡Siéntase libre de publicarlo!
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Por: Carlos Vera Rodríguez

Martes 19 Diciembre 2017 | 05:00

“ Pedro perdió plata, pero no su dignidad. Quebró su financiera, pero no su línea”

Una financiera en Manabí durante el apogeo de esas entidades en la década del 80 resultaba un desafío al centralismo. 

Una audacia. Un riesgo. ¡Una osadía! 
Competir con los grandes de Quito y Guayaquil era contra corriente y hasta vanidoso. 
Pero Pedro Zambrano Izaguirre lo consideraba un deber, una posibilidad real. 
La materializó. 
Pensó que esos capitales locales que “fugaban” hacia las dos ciudades grandes del Ecuador podían consolidar también aquí una inversión que respalde el afán de empresas, iniciativas y personas en busca de un financiamiento razonable. Nació Financiera Manabí. 
El concepto que la animaba, aparte del lógico propósito de rentabilidad y servicio, iba más allá de eso: buscaba demostrar que los manabitas también puedan emprender en otros modelos financieros como los comenzados en urbes poderosas con sucursales acá para hacer grandes negocios, cuyas utilidades solventaban más sus necesidades de hegemonía en la incesante competencia bipolar que las urgencias de una provincia como Manabí. 
Una financiera aquí resultaba, entonces, no solo una apuesta peligrosa ante la voluntad absorbente de la capital ecuatoriana y sus millonarios, sino la propuesta de orientar el gran mercado manabita hacia la inversión prioritaria en sus demandas antes que en las de la periferia.
Por eso, cuando la Financiera Manabí enfrentó problemas de liquidez y no de solvencia durante el Gobierno de Rodrigo Borja, jamás obtuvo los mismos plazos o facilidades que otras con iguales o peores problemas. 
Pedro fue llamado a Carondelet. Allí conversó con el Presidente de la República y Abelardo Pachano, quienes lo habían recibido como una deferencia muy especial para escuchar su planteamiento. 
Ofreció y concretó la entrega de un aporte nuevo de capital para cubrir el bache hasta estabilizar la financiera, cuyos indicadores auguraban recuperación. 
A cambio, el Gobierno ofreció un jueves no cerrar la institución. 
El siguiente lunes la cerraron.
Sonó mi teléfono alrededor de las 18h00 ese día en Gamavisión/Quito.
Allí dirigía yo entonces SONOVISIÓN de 6 a 9 AM. Me contó la noticia…
-¿Estos hijos de tal no le habían prometido a usted mantener abierta la financiera tras la inyección de capital que hizo?
-En efecto, Carlos, pero han cambiado de opinión. Solo llamo para decirle que como esto es noticia, siéntase en la libertad de publicarla en sus informativos de Gamavisión. 
Olvídese que soy su amigo. Le aclaro que yo mañana la publicaré en página 3 del Diario Manabita, con un “llamado” en primera página.
Nos despedimos. Ya comentaremos del tema cuando Ud. venga, añadió.
Di la noticia al día siguiente. 
Y, por supuesto, mencioné los antecedentes y dejé muy claro que constituiría una clara discriminación con esa financiera por ser manabita y con su principal accionista, por la crítica constante de sus medios de comunicación a un Gobierno que de izquierda solo tuvo el discurso y de democrático poco, a más de corruptelas locales y nacionales que nunca encubrimos.
Pedro perdió plata, pero no su dignidad. Quebró su financiera, pero no su línea. 
Transformó su sueño, pero no dejó de soñar. 
Y me enseñó, una vez más, que existen empresarios capaces de no anteponer sus ganancias materiales a su bien ganada credibilidad. 
Tormentas peores salvaron después sus sucesores, gracias al legado de su brújula que volvió imposible perderse entre la creciente oscuridad.
 
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