Cuenta la hija mayor que su mamá siempre fue una mujer activa, trabajadora, de buenos sentimientos y con un cariño gigante hacia sus hijas, especialmente. También tuvo un hijo que es el mayor de los cuatro que tuvo con Benjamín Aráuz. 

Cuando el esposo de María Dioselina tenía 40 años falleció de un problema hepático, lo que convirtió a la mujer en padre y madre de sus hijos.

Lavó ropa en el río Portoviejo para criar a sus pequeños y siempre rechazó a los pretendientes que le “calentaban los oídos” porque creía firmemente en una frase muy manabita: “Se suben por el tronco y se bajan por las ramas”, cuenta Celeste y asegura que lo hizo por sus tres hijas que en esos años aún eran menores de edad.

Vitalidad. Celeste cuenta que siempre le dice a los jóvenes, “miren el espejo de mi madre para que vivan más”. 

Esto con relación a la vitalidad y salud de Dioselina, quien agachaba el hombro cuantas veces fuera necesario con tal de que no le faltara nunca el pan en la mesa. “En temporada de cosecha de café, cuando la producción era buena en Santa Ana, mi mamá iba al campo como lo hacía cualquier hombre. Siempre fue una mujer luchadora y fuerte”, señala la hija. 

Dioselina tiene cinco nietos, 10 bisnietos y tres tataranietos, la mayoría con residencia en Manta. 

En el terremoto del 2016, uno de sus nietos falleció al colapsar un edificio.