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Afición
Una pasión que no se ve, pero se siente

A Juan Pablo Holguín el amor por Delfín le llegó por el oído y se trata de una verdadera pasión.

Domingo 17 Diciembre 2017 | 10:00

Juan Pablo sufre de glaucoma, una enfermedad en los ojos que le roba la visión de forma gradual. 

Desde niño empezó a perder la vista poco a poco. A los 12 años la había perdido casi por completo.  Hoy solo se imagina cómo se ven los jugadores cetáceos en el campo, pues dice que sí logró conocer los colores, aunque ahora debe imaginarse a los jugadores con uniforme azul corriendo en la cancha. “Escucho en la radio que dicen que ‘La Tuka’ (Roberto Ordóñez) es grande, que es fuerte, y solo me lo imagino”, explica.
Y fue precisamente la radio la que hizo que se convirtiera en hincha del Delfín. 
Recuerda que fue en la otrora radio Sucre cuando un domingo escuchó un partido entre Delfín y el 2 de Marzo de Atuntaqui, en el primer año de existencia de los cetáceos. 
Delfín terminó ganando 2-0 el juego y desde entonces siguió escuchando esa y otras radios buscando informaciones del club.
De ese año recuerda nombres como Ramón y Segundo Betancourt, José Valencia, Fernando Hidalgo, Miguel Ángel Tizios y Galo Vásquez. O jugadores de las siguientes temporadas como Pedro Varela, Ramón Macías, Jacinto Espinoza o Norberto Toledo.
Los nombres de los jugadores de la plantilla actual se los sabe de memoria.
Los partidos. La falta de visión ha impedido que pueda acompañar a Delfín en los estadios fuera de la provincia, pero ha hecho lo posible por estar cerca de ellos cuando las oportunidades se han presentado.
Este año, por ejemplo, ha asistido a tres cotejos. Trabaja en la panadería El Artesano, en la parroquia Eloy Alfaro, y su jefe, Maximiliano Velásquez, le obsequió por su cumpleaños una entrada para asistir al encuentro frente a Liga de Quito, cuando Delfín ganó la primera etapa con un triunfo de 4-1.
Pero Juan Pablo quería estar más cerca de los jugadores, a los que él considera héroes, porque le están dando la mayor alegría en los 28 años que lleva siguiéndolos. Por eso un día decidió ir a despedirlos antes de un viaje a Guayaquil para el enfrentamiento con Emelec, que fue empate 0-0 en el Capwell.
Salió en bus desde su casa, ubicada en Sí Vivienda, y llegó hasta el barrio Ursa, de donde partía el bus de los mantenses. En el lugar nadie le daba información porque pensaban que era un mendigo, cuenta.
Hasta que un utilero se acercó a él y ahí le confió que era hincha del Delfín y que quería despedirlos.
Fue entonces cuando los jugadores salieron a saludarlo antes de subirse al transporte. “Hablaron conmigo Garcés, Cangá, Chicaiza, Sierra y Ortiz”, recuerda.
Ahí le regalaron una camiseta autografiada por todos los futbolistas. “No me importaba si no me saludaban. Solo quería tenerlos cerca, escucharlos hablar o sentir cuando se subían al bus”, explica.
Después Juan Pablo fue invitado especial de la dirigencia del Delfín en el empate 0-0 contra Deportivo Cuenca en el Jocay, y también asistió con un hermano al último juego de la segunda etapa contra Fuerza Amarilla. Lo acompaña la radio que sintoniza en su teléfono celular para escuchar los encuentros. 
Hoy no irá el estadio, se sentará en una silla a escuchar el partido. Espera que su equipo sea campeón. Sería un alegrón para nunca olvidar. 
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