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“Yo acuso” (I)
“Yo acuso” (I)
Por: Vicente Mendoza Pavón

Jueves 16 Noviembre 2017 | 04:00

Este es el título de una obra que contiene cartas y escritos periodísticos de la autoría de Émile Zola (1840-1902), uno de los grandes escritores franceses, y que constituyen, en palabras de Fernando Tinajero, “…un referente fundamental, no sólo de la historia política francesa, sino en lo que concierne a las ideologías contemporáneas y al papel de los intelectuales en la vida pública”.

El servicio de contraespionaje francés, que estaba bajo el mando administrativo del Ministerio de Guerra, conoció un documento sin firma ni fecha, enviado por correo al agregado militar de la Embajada de Alemania, conde Max Von Schwarskoppen, en el que se anunciaba que próximamente se enviaría varios documentos confidenciales. 
El Ministro de Guerra Auguste Mercier inició una inmediata investigación y, “fundándose en un burdo razonamiento” y sin pruebas de ninguna clase, enfiló el enjuiciamiento contra el que “debía ser el responsable”, el capitán Alfred Dreyfus. 
¿Y por qué Dreyfus?, porque él era judío y había nacido en Alsacia, un antiguo territorio francés fronterizo con Alemania, y que fue siempre motivo de disputa entre estos dos países. 
Juzgado el capitán Dreyfus, y sin la existencia de pruebas reales, fue declarado culpable de alta traición a la Patria, condenado a la degradación y a la deportación perpetua en la isla del Diablo, cercana a la Guayana Francesa. 
Detrás de esta sentencia se escondían los gravísimos conflictos que atormentaban a la sociedad francesa de aquella época. Posteriormente y, por una campaña motivada por Mathieu Dreyfus, hermano del condenado, quien estaba convencido de la inocencia de su hermano, empezó la ciudadanía francesa, liderada por sus intelectuales, a protestar por el injusto juicio y la despiadada  condena en ejecución.
Y es aquí que se produce algo inesperado: el coronel Georges Picquart, nuevo jefe del Service de Renseignements, luego de investigaciones llevadas a cabo en secreto, descubrió que el comandante Ferdinand Walsin Esterhazy era el  militar que había estado vendiendo documentos secretos. Picquart presentó su informe al Estado Mayor, organismo que respondió con la frase contundente “cosa juzgada”. 
La fuerza de la verdad empezó a emitir una destellante luz, pero ni ella era capaz de traspasar la barrera infranqueable en que se había convertido el Estado Mayor para impedir la reapertura del “caso Dreyfus”, refugiándose -para su necedad- en el antiguo precepto romano “res judicata pro veritate habentur” (la cosa juzgada es tenida por verdad). La “causa dreyfusard”, que no era sino la agrupación de intelectuales franceses en demanda de justicia para el capitán Dreyfus, empezó a sumar adeptos, y es en este instante en que Émile Zola se integra a la lucha por la verdad y la justicia.
“He tenido tanta sed de verdad y de justicia que he comprendido hasta qué punto los más generosos impulsos pueden llevar a un pacífico ciudadano hasta el martirio” E. Zola (continuará).
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