En días pasados estallaron las evidentes diferencias en AP, que varios integrantes insistían en acallar desde que Moreno inició en mayo diálogos con todos los sectores -la oposición incluida-.
Esas diferencias se agudizaron cuando criticó la difícil situación económica que dijo haber heredado de su correligionario Rafael Correa.
El martes pasado un sector de AP, entre ellos el excanciller Ricardo Patiño y la expresidenta de la Asamblea Nacional, Gabriela Rivadeneira, cercanos a Correa, echaron mano de un tecnicismo, la ausencia de Moreno durante tres meses a las sesiones del consejo directivo, para anunciar su separación de la presidencia de esa tienda política.
Entre las razones políticas que argumentaron para deponer a Moreno figuró el que supuestamente no ha mostrado coherencia con su plan de Gobierno y proyecto político.
De inmediato, la vicepresidenta encargada, María Alejandra Vicuña, rechazó “la decisión espúrea” de una parte de la directiva de AP y un día después un tribunal de garantías penales de Quito dejó sin efecto el cese de Moreno.
Para Virgilio Hernández, cercano a Correa, la decisión del tribunal se trató de una “muestra de arrogancia e ignorancia”.
Análisis. Santiago Basabe, profesor de Política Comparada en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, recuerda que antes la estructura de AP era “absolutamente caudillista, que giraba alrededor del liderazgo” de Correa.
Pero en el fraccionamiento, en el que unos acusan de traidores a quienes a su vez se sienten traicionados, aparentemente una buena parte del movimiento lo controla Moreno.
Ahora la situación pondrá a prueba la capacidad política de los dos grupos dentro de AP, donde el sector cercano a Correa es más cohesionado por razones políticas e ideológicas, en tanto que el de Moreno parece responder más a lo coyuntural, según Basabe.