Si consideramos que los afectados podrían ser algunos cientos, la incredulidad ciudadana se concreta en cómo puede suceder eso en locales que, supuestamente, existe el personal que supervisa el comportamiento de todos dentro del plantel.

Pero como la inmoralidad ha surgido del sector docente, que, precisamente, comparte la responsabilidad de garantizar el bienestar y seguridad de los educandos, la falta de autoridad, la ausencia de control o falso espíritu de cuerpo podrían estar de por medio como falla en estos aberrantes casos de crímenes contra la moral y el honor de los menores estudiantes.

Se espera que las investigaciones oficiales determinen no solamente los culpables de los execrables hechos, sino que señalen las debilidades y las estrategias a seguir para evitar su repetición, involucrando a todos los ámbitos de la educación.

Condenamos este comportamiento inmoral y creemos que la situación debe ser estudiada a profusión, incluso para, de ser prudente, revisar las exigencias del ingreso al magisterio.