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Un canto a mi lindo Portoviejo
Un canto a mi lindo Portoviejo
Por: Jaime Enrique Vélez

Miércoles 18 Octubre 2017 | 04:00

Cuenta la historia de tu natalicio que el capitán Francisco Pacheco te fundó cerca del mar como una villa para vigilar la frontera norte de la gobernación de Pizarro, además de dotar de agua y alimentos a los barcos españoles. La querencia del rey de España hacia la novel población que servía eficiente a la causa real, hizo que éste la categorizara como ciudad, d,istinción que llevó a los bucaneros a asaltarla tres veces obligándola a buscar sitios más seguros para su estancia. “A dónde fue tu cuna, me imagino que te creaste junto al mar un día, pero cambió de rumbo tu destino, ante el juglar de la piratería”; así le canta el vate Vicente a la ínclita ciudad que lo acunó.

En los primeros días de octubre de 1820, las urbes de Guayaquil y Jipijapa se declaran independiente del gobierno español. Y es cuando Manuel Rivadeneyra y Coello, un abogado quiteño que al enviudar se ordenó de sacerdote y llegó como párroco a la iglesia La Merced, en unión del teniente gobernador y justicia mayor, don Antonio Menéndez del Barco, nacido en El Guabito y  el primer alcalde del concejo independiente de Portoviejo; junto al  educador portovejense don Andrés de Vera y Rivera; y unido a ellos el capitán José Arteaga Larriva, un colombiano que arribó a la ciudad como comandante de armas y  en el año 1843 fue nombrado gobernador de Manabí, se convierten en los autores principales de la gesta independentista de  Portoviejo.
Esa memorable fecha, el pueblo se concentró en el templo “La Merced”; y a las dos de la tarde sus campanas sonaron la libertad, anunciando al mundo que Portoviejo era libre del yugo español. 
“Salve ciudad por tu altivez procera, y por los que te dieron gran renombre, por los ilustres: don Andrés de Vera, y don Manuel Rivadeneyra, un prohombre, que al destacarse cual divina lumbre, te proclamó libérrima y tu nombre irradió como el sol sobre la cumbre”.
Ya no eres esa villa antigua de unas pocas cuadras y con tus casas de cady y  caña guadua revestidas de enquinche, pero sigues ufana y solariega; a pesar que sufriste muchos desastres, tu talante de morigeración te llevó a salir avante de todos ellos.
“Sabrosos mangos dulces y reales tamarindos, igual que tus mujeres que son toda canción, de agonizar marinos con arreboles lindos, ciudad nunca olvidada, ciudad del algodón. En alas de los vientos te envío mi voz de plata. Sultana de la costa que abraza Manabí. La tarde marinera se viste de escarlata y añoro yo tu cielo y el suelo en que nací.”
Hoy alborozado yo también te digo: Le canto a mi tierra linda, bella ciudad colonial, Portoviejo de mis ensueños, villa de rico historial, hoy que la congoja te embarga y te sucumbe el dolor, te ofrezco mi canto bello, Portoviejo cuna de amor. 
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