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El gran gabo y nuestros macondos
El gran gabo y nuestros macondos
Por: Julio Hernández Luna

Martes 04 Julio 2017 | 04:00

Sí, amigos lectores, “Cien años de soledad” cumplió 50 años y su mensaje sigue y seguirá vigente, proyectando al mundo las vivencias, los personajes y las anécdotas de Aracataca.

Gabriel García Márquez, el colombiano universal, pintó con genial maestría y sencillez poética lo que ocurría en Macondo. 
Las alegrías inefables, las ilusiones utópicas y los dramáticos y trágicos sinsabores de sus personajes, estimo que son también parte consustancial de la “memoria colectiva” de los pueblos colombianos.
Si leemos bien las obras ecuménicas del Gabo vamos a entender, comprender y aprender la cosmovisión de este prolífico escritor latinoamericano, que se catapultó con más de 30 millones de ejemplares al orbe entero con la historia de la familia del coronel Aureliano Buendía y de la bella Remedios, que ha sido traducida a casi todos los idiomas, incluido el mandarín del histórico y extraordinario pueblo chino. 
Él tuvo el privilegio de utilizar la pedagogía y la didáctica para que sus lectores y otros escritores traten de imitarlo y deleitarse. 
No fue egoísta con sus sentidas inspiraciones creativas, las que al leerlas e interpretarlas, con auténtica hermenéutica literaria nos lleva a meditar y adoptar positivas actitudes frente a los problemas que nos plantea la vida en los cuatro confines del planeta. 
Aquí, en nuestro macondiano Ecuador y Manabí, hemos tenido excelsos escritores virtuosos que se adelantaron al Gabo con sus versos floridos y prosas elegantes en novelas sempiternas plenas de original y peculiar “realismo mágico” montuvio, serrano, amazónico y galapagueño, con la impronta de la identidad esotérica de nuestra gente. 
En estricto sentido de justicia histórica-cultural, pienso que García Márquez debió leer y aprender de Horacio Hidrovo Velásquez en “Un hombre y un río”; a Oswaldo Castro Intriago en “La mula ciega”; a Othon Castillo Vélez en “Sed en el puerto”; a Luis Félix López en “Los designios”; a Juan León Mera en “Cumandá”; a Angel Felicísimo Rojas en “El éxodo de Yangana”; a Joaquín Gallegos Lara en “Las cruces sobre el agua”; a Pedro Jorge Vera en “Los animales puros”; a Enrique Gil Gilbert en “Nuestro pan”; a Alfredo Pareja Diezcanseco en “La hoguera bárbara” y en “Los años nuevos”; a Miguel Donoso Pareja en “Al otro lado del espejo”; a Enrique Terán en “El cojo Navarrete”, entre otros magníficos escritores  nuestros. 
Al respecto vale citar: “que toda ficción tiene un punto de partida en la realidad” según el insigne crítico literario Enrique Anderson. 
Por eso en todo instante y lugares posibles los invito a leer y disfrutar con auténtico placer a nuestros verdaderos amigos: los libros.
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