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Delfín SC: Del perro muerto al perro vivo

Cuando el gol no llegaba, era hora de entrar al perro a la General para que cambiara la historia.

Domingo 02 Julio 2017 | 04:00

Lo tenían escon­dido afuera del antiguo estadio Jocay. Putrefac­to, lleno de gu­sanos, el perro muerto era subido con cabos. 

Arriba, en el último esca­lón de la General, lo reci­bía Miguel Ángel Flores. 
Empezaba entonces el ri­tual: les daba vueltas a los restos del animal y los gu­sanos salían por los aires. Era la década del 90 del si­glo pasado y Delfín jugaba en la Serie A. 
José Mero iba a esa loca­lidad y veía cómo Flores, alias ‘Chorizo’, revoleaba el perro por los aires soste­nido por un cabo amarra­do a una de las patas. 
A Mero le cayeron gusanos en su camisa del Delfín. 
“El perro entraba cuando no había goles. Era el amu­leto. Entraba para distraer al rival. Un segundo de dis­tracción y el gol llegaba”, cuenta ‘Chorizo’, un hom­bre de 52 años que vive en el barrio Santa Fe, en la calle 8, en Manta. 
Tiene una camiseta del Delfín puesta mientras recuerda aquella costum­bra que ahora sería vista por muchos como un acto de violencia animal, pero que en ese tiempo tenía la aprobación de una parte de la hinchada. 
NO LOS MATABAN. “Hay rumores de que ustedes mataban a los perros”, se le pregunta. “Eso es mentira, eso lo inventaron algunos periodistas”, responde. 
Cuenta entonces el méto­do para encontrar a los animales muertos: los miembros de la barra iban a los basureros o recibían indicaciones de personas que habían visto uno tira­do en la calle. Entonces lo recogían y lo “dejábamos fermentando”, dice. 
La “fermentación” consis­tía en dejar pudrir los res­tos del animal, dos o tres días antes del partido. 
Fue así como en la década del 90 la barra delfinista tomó el nombre de ‘Perro Muerto’. 
Atraídos por la novedosa historia llegó prensa in­ternacional a entrevistar a ‘Chorizo’. “Aquí mismo me entrevis­taron, afuera de mi casa. La banda del ‘Perro Muer­to’ se hizo conocida a nivel mundial”, explica. 
No exagera, programas como Al Rojo Vivo emitie­ron la historia. 
Pero la fama también tra­jo problemas. Algunos periodistas empezaron a criticar la forma en que los hinchas apoyaban a Del­fín. Una ola de desapro­bación llegó antes de que acabara el siglo XX y con ello el fin del perro muerto dando vueltas en la Gene­ral Norte. “Vino el nuevo tiempo: las autoridades, presionadas por los periodistas, lo pro­hibieron”, indica Flores. 
El 6 de diciembre de 1998, a Flores lo esperaba la Poli­cía a la entrada del estadio Jocay. Lo detuvieron. Ese mismo día Emelec ganó 2-4, y en la General nadie dio vueltas al perro muer­to para cambiar la historia. 
Flores estuvo 16 días pre­so. Lo sancionaron con la imposibilidad de in­gresar de por vida al estadio, pero luego le bajaron la sanción a dos años. Ahora si­gue yendo a ver al Delfín. 
Para hacer frente a la nostalgia suele disfrazarse con un traje de un perro dálmata. 
EL PERRO VIVO. Una tarde, un can mestizo llegó para nunca irse de su casa atraído por el olor de Shakira, una perra que vive en la casa de Flo­res. 
Él lo entendió como un mensaje del destino: era el amuleto que necesita­ba Delfín para salir del Ascenso, llegar a la Serie B, subir a la Serie A y cla­sificar a un torneo inter­nacional. 
Empezó a llevar el perro al estadio, de local y visitan­te. Entonces, dice, la barra dejó de ser la barra del ‘Pe­rro Muerto’ para conver­tirse en la barra del ‘Perro Vivo’. Ironías de la vida. 
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