Un modelo considerado estatista, en donde el Estado es el protagonista de la economía a través de una alta recaudación de impuestos, para por la vía del gasto público dinamizar la economía. 

Se trata de un modelo que no funciona. Puede ser que altos ingresos estatales produzcan una suerte de espejismo, como el vivido en Ecuador entre el 2011 y el 2015, cuando hubo ingresos extraordinarios por el petróleo; pero al final del día, cuando el “boom” pasa, la economía decrece sin haber aprovechado el momento para sentar las bases para un desarrollo económico real. 

El Gobierno está a punto de presentar el presupuesto del 2018, pero desde ya se habla de volver a las salvaguardias como una medida recaudatoria y para evitar que salgan dólares del país.

El presupuesto del Estado creció en diez años desde los 7.000 hasta los 35.000 millones de dólares. A todas luces, un crecimiento desproporcionado con la realidad económica. 

Es necesario que el presidente Moreno proponga medidas que reduzcan el gasto público para permitir que más dinero quede en manos de los privados, para que sean estos los que animen el crecimiento económico de la mano de verdaderas políticas de fomento a la producción.