Fue entonces cuando decidieron usar un consolador que ella había comprado. Dijo que “se excitó demasiado y lo introdujo (en su cavidad anal) hasta que no pudo sacarlo”. Cuando terminó el acto sexual, ella le advirtió a su acompañante que debía ir al hospital de inmediato. Sin embargo, él trató de restarle importancia y le dijo en repetidas ocasiones que “saldría solo y de forma natural”. Como si fuera poco, le aseguró que “debía trabajar temprano a la mañana siguiente” y se fue. La chica al día siguiente trató de hacer su vida normal, pero el objeto que se introdujo en el ano le empezó a doler y tuvo que ir a una casa de salud. Tras una espera de al menos tres horas, el dolor comenzó a hacerse tan fuerte que creyó que iba a morir ahí mismo. Cuando por fin la atendieron, los médicos le mencionaron de la posibilidad de que no pudieran extraerlo por vía rectal y la operación fuese aún más complicada. Finalmente no fue necesaria una operación tan seria y ella pudo volver a casa tras pasar unos días en observación. Los doctores le dijeron que si dejaba pasar más tiempo pudo haber muerto.