Considerada la zona cero, no para emular al lugar donde se derribaron las famosas torres gemelas en New York, donde se empezó a difundir la denominación de zona cero para describir geográficamente el punto exacto del mayor efecto de un desastre natural, sino porque fue allí donde más daño causó este dramático e imprevisto fenómeno geológico.
Hasta aquí, lo anteriormente dicho no es novedad, porque se ha difundido por todos los medios posibles, que hasta el menos informado en este planeta, en algo está enterado. Pero lo que pocos conocemos son las secuencias que ha tenido, a partir de que terminó el proceso de rescate de víctimas y derribamiento de construcciones, ya que solo tuvo preocupación de las autoridades para las fotos.
Recorrer a pie lo que fue la otrora Tarqui, donde el ruido latía, al igual que los dólares, con el ir y venir de los vendedores informales, granero del comercio, identidad de la gastronomía de los mariscos, epicentro del turismo y encuentro popular de todas las clases sociales, da mucha consternación, nostalgia e incertidumbre, palpar y observar como si por allí hubiese pasado la artillería bélica más poderosa, malvada y perversa que haya caído sobre la tierra.
Es el post terremoto, del cual casi todas las autoridades juegan a las promesas electorales, sin concretar nada estructural.
Es el más doloroso y frustrante. Es donde la gente de a poco va perdiendo su vitalidad y esperanza de una mejor vida, o de al menos volver a obtener la de antes del 16-A.
En otros lugares y en similares situaciones se tienen ejemplos de cómo una desgracia de esta magnitud se convirtió en oportunidad para levantarse desde las ruinas y ser mejor que antes en infraestructura y ornato, y con ello levantar el ánimo y estima de sus habitantes, pero aquí el tiempo pasa y como muy bien lo señalara uno de sus damnificados, el cronista Joselías Sánchez, no existe una hoja de ruta ni del Gobierno central, ni provincial, ni cantonal.
Existió ayuda internacional.
Aún no se sabe con exactitud quiénes manejaron y dónde fueron a parar esos recursos, porque la apariencia de Tarqui sigue siendo un devastado campo después de una guerra.
Los ecuatorianos aportaron con el 2% del IVA para su anhelada reconstrucción. Entonces, ¿qué esperan para atender este terremoto?