Ahora la concentración es vital más que nunca, después de la experiencia aterradora que marcó a los habitantes de Manabí luego del terremoto, comenta el bombero instructor Fabricio Acosta.
Cuando los bomberos recuerdan las horas, días, semanas y meses posteriores al movimiento telúrico, se les viene a la mente escenas llenas de escombros, humo, polvo y sobre todo las frases de auxilio que salían de entre las edificaciones que colapsaron durante el sismo.
Sofonías Rezabala, jefe del Cuerpo de Bomberos de Manta, recuerda que fue una dura prueba.
Tras verificar el estado de salud de nuestros familiares, el personal, 140 efectivos entre bomberos y voluntarios, ayudaron en las zonas donde se encontraban al momento del terremoto.
“Trabajamos a ratos a ciegas, en oscuridad, hasta que llegaba el apoyo de muchos ciudadanos que nos ponían luminarias”, cuenta.
No fue hasta el amanecer del 17 de abril cuando pudieron dimensionar que se trataba de una tragedia, afirma.
Tarqui era el sitio más golpeado en daños materiales y la muerte de más 100 personas.
El apoyo de bomberos de Guayaquil, Quito y cantones aledaños llegó con la luz del día.
Capacitación. Rezabala recuerda que tras la retirada de los rescatistas internacionales y nacionales, las tareas para los bomberos locales continúan. Una prueba son los constantes ejercicios de actualización que se desarrollan.
Para Rezabala, una de las lecciones del 16A fue que las autoridades deben exigir que se cumplan las normas de construcción para evitar muertes por el colapso de alguna estructura.