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Manta
Machismo suicida

El 7 de enero, cuando la Policía ingresó a la casa de Roxana Cervantes, la encontró en el piso con dos puñaladas en el pecho.

Domingo 26 Febrero 2017 | 04:00

Frente a ella, sentado en una silla, estaba su esposo, el supuesto asesino, observándola fijamente y desangrándose con un corte en el cuello.

Los agentes revisaron las habitaciones de la vivienda de madera y caña guadua y hallaron un cuchillo manchado de sangre.
Luego dieron las primeras declaraciones frente a una veintena de curiosos que se aglomeraron en una 
esquina del barrio Santa Martha, donde ocurrió el crimen.
“La víctima es una mujer, tiene dos puñaladas a la altura del tórax”, explicó el fiscal de turno. “Según los primeros datos, el principal sospechoso del crimen es el esposo de la joven, quien luego intentó suicidarse”.
Ese mismo día, una hora antes de que la mataran, Roxana estuvo en la casa de su madre, Flor Quijije. La vivienda está ubicada en el barrio 5 de Junio, a 1,6 kilómetros del lugar donde murió. Eran las ocho y media de la mañana.
A ella le pareció extraño que llegara tan temprano, porque Roxana solía visitarla en las tardes para quedarse hasta la merienda.
“Le dije que cómo así a esta hora y ella me respondió: ‘Es que el Negro envió un mensaje al celular de la niña diciéndole que nos quería ver hoy, dizque para darle 10 dólares a ella y 50 a mí’. Y se fue para allá. Quién iba a pensar que la citó para matarla”, indica. 
Flor se halla sentada en la misma sala donde recibió a su hija por última vez. Su casa es pequeña, unos 30 metros cuadrados de ladrillo y cemento. Hay una pequeña cocina. Dos habitaciones: en una dormía Roxana cuando era soltera. En las paredes, recién pintadas de un tono ocre, se observan cuatro fotografías de ella. Dos son 
selfies con marco de madera.
“Esas son los únicos recuerdos que tenemos de ella. Las bajamos del Facebook y las imprimimos, se ve linda mi negrita”, dice.
Por un instante, Flor se queda en silencio. Baja la mirada, cruza sus manos y aprieta sus dedos.
Ha empezado a llorar. Pide un vaso con agua.
“Disculpe, es que acabo de recordar algo que me indigna. Ese hombre, luego de matar a mi hija, se cortó el cuello, intentó quitarse la vida. Y si lo hubiera hecho, ¿quién pagaba por ese crimen? Me da rabia pensar eso, porque no pagaría con la cárcel todo el sufrimiento que nos ha causado”, dice.
El caso de Roxana Cervantes es el primer femicidio ocurrido en este año en Manta. 
En el 2016 se registraron cuatro. En dos, los agresores intentaron suicidarse, pero no murieron.
En uno hubo femicidio y el asesino posteriormente se suicidó. En el cuarto caso el asesino huyó, pero después fue detenido.
Buscan justicia. Narcisa Álava es una abogada que hace seguimiento a los cuatro casos de femicidio.
Ella trabaja en la Red de Prevención de la Violencia a la Mujer, una fundación que lucha contra el machismo.
En el escritorio de su oficina tiene la documentación de las investigaciones y procesos judiciales que impulsa.
Todos están en carpetas de cartón. En la tapa tienen un nombre y una fecha, escritos con marcador de tinta negra.
Tres expedientes están a la vista. La abogada los revisa, mientras en su computadora la cantante Miriam Hernández se queja de los amores fallidos. Suena su tema ‘Ay, amor’.
La secretaria de Narcisa interpreta el coro en voz baja: ‘Ay, corazón, me hiciste tanto daño, tú me enseñaste a amarlo y ahora ya no sé olvidar’.
“Carpeta 1, primera página”, dice la abogada. Acaba de bajarle el volumen a la voz de Miriam Hernández y a continuación lee: “Mujer asesinada por su conviviente. Lugar, mercado central del cantón Manta. Circunstancias: el hombre mata a su conviviente y luego se lanza de un tercer piso. Se presume intento de suicidio. El sujeto fue ingresado al hospital. Tiene una grave fractura en el cráneo”.
“Carpeta dos, primera página: Mujer asesinada por su conviviente (femicidio). Lugar: barrio Tierra Santa, cantón Manta. Circunstancias: El hombre mató a su mujer y a su hija, prendió fuego a la casa y luego colocó una soga alrededor de su cuello para colgarse de una viga. Todos fallecieron”, explica, y hace una pausa.
“Sabe, lo que está pasando es muy preocupante”, comenta Narcisa mientras acomoda las carpetas. “Ellos están matando a las mujeres, pero se suicidan porque no quieren rendir cuentas a nadie y porque temen los 25 años de prisión que generalmente recaen sobre los femicidas. Otra manifestación de machismo”, expresa. 
El femicidio está tipificado como delito desde agosto del 2014 y sanciona con hasta 26 años de cárcel a los culpables. Legalmente, cada vez que un hombre mata a una mujer y se suicida, termina la investigación, porque no hay a quién juzgar. Eso es algo que le molesta a Narcisa.
“Incluso si intentan matarse y no lo logran, entorpecen el proceso judicial porque hay que esperar que salgan de un hospital o se recuperen”, agrega. 
Esto ha ocurrido en los últimos asesinatos de mujeres registrados en otros cantones como Jipijapa, El Carmen y Portoviejo.
Concuerdan. Un día antes de conversar con Narcisa Álava, Isabel Figueroa, psicóloga que atiende problemas de pareja, dijo algo parecido. Ella considera que eso es violencia machista.
Los hombres son víctimas de su propio mal. Matan a su pareja y luego se quitan la vida para evitar la sanción social después de haber cometido el crimen.
“Es más, aunque pueda sonar grotesco, el agresor se suicida porque su vida ha dejado de tener sentido. El sentido es dominar a una mujer, hacerlo día a día. Asesinan por machismo y se suicidan por esta misma razón”, explica.
Incluso los sexólogos dicen que el hombre en ocasiones mata a una mujer por una duda machista, porque creen que ella los engaña.
Rodrigo Céspedes, otro profesional, asegura que ha recibido pacientes que buscan una explicación a la falta de deseo sexual de su pareja.
“Lo primero que dicen es que sospechan que los están engañando, pero no es así, muchas veces se trata de un problema de salud, específicamente hormonal. Pero ellos no entienden eso, se dejan llevar por el machismo y las golpean y hasta las matan”, señala.
Iba a abordar el tema con la abogada Narcisa Álava, pero ella está concentrada revisando otro expediente.
“Carpeta tres”- prosigue-. “Bueno, esta ya la conoces, es el último femicidio. El de la chica Roxana Cervantes. Aquí también el agresor intentó matarse”.
En una de las páginas consta el nombre de Flor, la madre de Roxana. Hay un número celular.
La llamo y me cita en su casa al mediodía.
Son las 12h00 y está sentada justo en la sala donde habló por última vez con su hija.
En ese lugar habla de lo indignada que está porque el hombre que mató a su hija quiso suicidarse.
“Mi nieta de ocho años vio todo. Ella dice que cuando llegaron a la casa, a las nueve de la mañana, el papá la mandó a comprar encebollado, pero no había, así que regresó rápido. En ese momento encontró a la mamá de rodillas llorando y su papá estaba frente a ella, de pie con un cuchillo. Roxana rogaba que no la matara”.
Un día después del crimen, mientras velaban el cuerpo de Roxana, una de sus compañeras del almacén de carteras donde trabajaba le comentó a Flor que a su hija la estaba persiguiendo su expareja. 
Lo habían visto en una moto, rondándola. Sus amigas tenían miedo porque ella les había contado que el hombre era agresivo.
Llevaban tres meses separados, luego de una relación de ocho años.
“Cuando mi nieta llamó al teléfono para contar lo que había pasado yo no lo creía. Incluso dijo que el papá la quiso agarrar, pero ella pudo huir”, relata.
Flor vuelve a llorar. Pide que le traigan una foto de su hija. La toma en sus manos y la lleva a su pecho. Su otra hija de 12 años le trae un vaso con agua. Dice que ya no quiere hablar más.
Nuevamente el silencio se posesiona en la sala. Esta vez es interrumpido por la voz de la presentadora de un noticiero de televisión que da los titulares y dice con un tono de alarma: “Confirman femicidio en caso de mujer hallada muerta en un saco de yute. Ocurrió en el puerto de Guayaquil”. Flor pide que apaguen el televisor.
El 27 de enero del 2017, mientras el caso de la hija Flor empieza a indagarse, otro termina. El hombre que el año pasado asesinó a su mujer y luego se lanzó de un tercer piso, se suicidó el jueves 26 de enero en la cárcel. La noticia 
fue confirmada por la Fiscalía.
Esta muerte terminó con la acción penal que se seguía en su contra y confirma la teoría de los psicólogos: el machismo también está matando a los hombres.
 
80 casos de femicidio en el 2016 
De enero a noviembre del 2016 se registraron 80 casos de femicidio en 16 provincias de Ecuador, según el reporte levantado por la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (Cedhu) el mes pasado.
En noviembre, en 15 de los casos de femicidio registrados por la Cedhu, el responsable se suicidó. En otros 26 casos se abrió una instrucción fiscal; 13 estaban en tribunales penales y 6 con sentencia condenatoria.
La Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestros (Dinased) también habla de 80 casos de femicidio en el 2016.
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