Actualizado hace: 939 días 15 horas 54 minutos
Tradición
El Carnaval del ayer

Era aquella época de unir lazos familiares y de amistad, en la que el agua cumplía el principal papel.

Martes 24 Enero 2017 | 03:00

El Carnaval, festividad de origen pagano incluida en el calendario litúrgico cristiano, goza de una fuerte tradición en Ecuador, siendo tres días (que anteceden al inicio de la Cuaresma), en los que la función social de la fiesta cobra matices particulares. 

Cada región del país la ha adaptado a sus particularidades culturales, a lo que se suma el normal dinamismo y cambio producido con el paso del tiempo.
En la Cuenca de ayer esta fiesta poseía, a diferencia de la actual, la característica de ser un espacio en el que lo privado se diluía, las puertas de las casas se abrían y la “guerra” sin trinchera literalmente bañaba la ciudad, detalla una nota de diario La Hora.
El Carnaval de las primeras décadas del siglo XX era un acontecimiento esperado que congregaba en las esquinas de los barrios más populosos a los animosos jugadores, siendo sin duda el acto central de la festividad la dinámica con agua tomada directamente de las múltiples acequias que cruzaban el centro de la urbe, escribe el antropólogo Santiago Ordóñez Carpio en la revista Patrimonio Cultural Inmaterial.
Planificación. Ordóñez añade que este juego “enfrentaba” a los barrios de la ciudad entera, pero como toda “guerra”, antes del ataque requería de una estratégica planificación, por lo que antecediendo el inicio, se elegía un presidente, un abanderado y un tesorero para el control de los “botines de guerra”. 
El primer paso era “la toma de la esquina” estratégicamente elegida, a la que se dirigía el barrio en procesión con el abanderado a la cabeza. Esa esquina ya había sido tomada con anterioridad por otro barrio, lo que desencadenaba un combate a “balazo limpio”.
Una vez empapado el cuerpo “por fuera” tocaba “mojarlo por dentro”, para lo que circulaban los “draques”, popular bebida que, según relatan, “calentaba el alma de los carnavaleros”.
Época de conquista. El Carnaval igualmente era una ocasión única para los jóvenes de la aún pequeña ciudad de Cuenca para cortejar a las hijas de los anfitriones con cierta libertad.
Para ello llevaban consigo “agua florida”, perfume con el que debían rociar delicadamente a la pretendida; acto arriesgado que en no pocas ocasiones, por mal cálculo, generaba inflamaciones oculares con trágicas consecuencias, tales como la expulsión inesperada del avergonzado pretendiente. En aquellos días, entre las familias y los compadres circulaban las invitaciones para pasar uno de los días del Carnaval, evento en el que el agua, de manera similar a la relatada, no faltaba.
El juego se alternaba con la abundante comida tradicional de las fechas: motepata, cuyes, dulce de higo y durazno, chicha de jora y abundantes draques, eran las estrellas de la comida carnavalesca, la misma que repentinamente se convertía en parte del “arsenal” del juego que se extendía desde los patios de las casas hasta el último lugar de las habitaciones y los salones en medio de gritos y risas.
El draque es una bebida caliente que se hace con agua, canela, naranjilla, azúcar y un buen tanto de aguardiente.
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