Alcívar asegura que la úni­ca salida que tienen los ha­bitantes de este sector es el río, el cual está plagado de lechuguines. 

Añadió que se sienten aban­donados por las autorida­des y explicó que será un verdadero calvario salir de su sector durante el invier­no. Recordó que a fines del 2015 e inicios de este año los motores de las canoas se fundieron debido a que las hélices se estancaron por el exceso de lechuguines. 

Elvis Suárez, presidente del comité vial de Río Grande, dijo que en su momento se hizo una evacuación de las plantas acuáticas, pero que todo fue maquillaje previo a la inauguración de la re­presa. 

El dirigente aseguró que se contrató la quema de árbo­les y limpieza de palizadas del cauce, cosa que nunca se hizo porque aparte de las plantas acuáticas tam­bién los palos entorpecen el paso de las embarcacio­nes. 

Según Suárez, los motores de las cinco canoas que había se fundieron por el excesivo esfuerzo que hi­cieron. 

COMUNIDADES. Suárez sostiene que las 32 comuni­dades que hay aguas arriba de la represa serían perju­dicadas, entre ellas Plata­nales, El Jobo, Jaboncillo, El Achiote, entre otras. 

El ambientalista Boris Zam­brano afirmó que la presen­cia de lechuguines no solo afecta la movilidad de los ciudadanos por el afluente, sino que causan algún tipo de contaminación. 

Zambrano explicó que cuando estas plantas cum­plen su ciclo de vida el agua comienza a descomponer­se. 

Roberto Dávila, coordina­dor de la Empresa Pública del Agua (EPA), aseguró que el inicio de la repre­sa está totalmente limpio de lechuguines y que en las orillas se acumulan las acuáticas para posterior­mente ser retiradas. 

Explicó que existe un con­venio con los agricultores para la limpieza del cauce. Añadió que este acuerdo está hecho, pero no inicia porque la asociación no presenta las garantías para dar el anticipo. 

Dávila indicó que ellos cuentan con embarcacio­nes para la limpieza de la represa y añadió que están operativas.