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Mi lindo Portoviejo
Mi lindo Portoviejo
Por: Jorge Guillén Morales
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Jueves 13 Octubre 2016 | 04:00

Eso eres y serás para mí, tierra bendita, que me acogiste en tu seno; radiante y emblemática por tus paisajes de ensueño, tu vitalidad erguida en los cálidos ceibos que engalanan cual fría mañana al cantar de los pájaros y el vuelo incesante de las mariposas que desprenden sutiles encantos. Todo matizado por los rayos del sol que acompañan con fulgores de optimismo a sus hijos, más allá de la penumbra que nos embarga por una triste realidad, que nos acongoja el alma causándonos tristeza y llanto.

Lacerada por un lamentable acontecimiento que marco para siempre nuestras vidas, caminamos por nuestra ciudad, casi perplejos, al observar tanta destrucción con olor a muerte y desencanto, pues ya no están muchos edificios, negocios y personas que acostumbrábamos a observar en el día a día, siempre allí, trabajando con esfuerzo pero felices de intercambiar un saludo o una sonrisa como signo de amistad, compañerismo o simplemente por costumbre. Pues somos felices compartiendo lo que somos: un pueblo acogedor, la estirpe y garra manaba, una cultura envuelta con naturaleza, cantos, amorfinos, exquisitos sabores; y sobre todo una espontánea manera de vivir. Sonrisas, alegrías, jocosidad, apodos, murmuraciones, como preámbulo al tertulio fortuito y agradable; hombres y mujeres amables con extraordinaria calidez.
Observo todo y luego cierro mis ojos como intentando creer que todo es un sueño; pero no, es una realidad triste pero a la vez enigmática, pues aunque camino por este desierto, dentro de mí siento la esperanza de que algún día todo cambiará nuevamente, que volveremos a recomenzar desde lo más profundo de nuestros sueños, del inquebrantable corazón que late muy a prisa intentando vencer obstáculos, penas, quebrantos, armando el rompecabezas que la fiel naturaleza desordenó por causas desconocidas.
Con la ayuda de Dios y con el esfuerzo de todos los portovejenses, volveremos a reencontrarnos con dulce algarabía, como el ave fénix reconstruiremos nuestro lindo Portoviejo, reconfortando el espíritu para motivar el cambio de un estilo de vida diferente, agradeciendo por todo, el trabajo, la salud y el beneplácito de sentirnos bendecidos, porque la magia y el encanto del amor, repara heridas, perdona y siembra semillas de optimismo. 
El amor de Dios transforma todo y siempre el sufrimiento es un entrenamiento para prepararnos para el mañana. Es muy duro, lo sé, pero necesario para lograr sus propósitos, pues a veces descuidamos  esta área de nuestro ser que es el más importante, pues sólo a través del espíritu nos comunicamos con Él y buscamos  su dirección y fortaleza, pues si andamos en su presencia no nos faltará nada.
Portoviejo querido, qué lindos atardeceres aún nos permites disfrutar, la sonrisa de los niños que transmite alegría y paz; aunque parezca mentira, permaneces aún frondosa y radiante. Lastimada y herida  sí, pero siempre encantadora, pues el sutil encanto de mi tierra tiene sumergida sus raíces en lo divino, en lo eterno, en lo celestial. 
 
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