La dolarización fue nuestra tabla de salvación, de una contracción en la economía del -8% en 1999 teníamos que mejorar, de a poco el poder adquisitivo de las personas se estabilizó; habíamos roto el ancla de la desvalorización de nuestra propia moneda que nos llevaba de picada. 

Las medidas paralelas básicas que no se implementaron eran: 

1- integración financiera y 2- eliminación del Banco Central. De habérselo hecho otro sería el cantar.  Ahora, algunos que fueron actores en gobiernos que la sobrevinieron nos hablan de apertura financiera, con presencia de banca internacional, la que actuaría para el sistema como prestamista de última instancia tal como ocurre en Panamá. Verdadera competencia entre bancos que redunda en múltiples beneficios y desarrollo, sin encaje bancario ni reservas monetarias, a toda prueba incluida la de una dictadura que en su accionar generó una invasión injustificada. Y en medio de tamaña crisis el sistema se debilitó pero no sucumbió, en virtud de la libre movilidad de capitales, sin trabas a las importaciones que se dan con aranceles estudiados sin pensar en el valor de las monedas de sus vecinos para hacer correctivos arancelarios. El déficit en su balanza comercial – exportaciones menos importaciones -  no la afecta, compensa con el flujo de capitales.

El Salvador es otro país con el dólar como su moneda, ha logrado por medio de ásta darle a su población certidumbre; fue un proceso largamente estudiado antes de ponerlo en práctica. El Banco Central subsiste pese haber dejado de ser prestador  e instituto emisor, aunque con los dineros tanto del sector privado como del público fondea al ministerio de Finanzas. 

Con la retardada apertura financiera, incorporando al sistema nuevos bancos extranjeros,  habría mayor disponibilidad de  dineros dirigidos a financiar al sector productivo creador de plazas de empleo, ya no cabría montos importantes de reservas líquidas voluntarias. Que el IESS invierta menos en deuda pública y más en financiar actividades productivas. Bienvenida la venta del Banco del Pacífico;  que el dinero sirva para atender obligaciones con Manabí, Esmeraldas y proveedores con tiempo de atraso.