Que no era puerto, pero tenía un río que lejanamente tenía playones, al que llegaban todos los productos del campo a sus mercados fluviales que desaparecieron por el avance de la tecnología.
En el devenir de los días se eligió un alcalde que se cambió de partido, no tenía un programa definido y como pachacámac cifró su accionar igual que el Gobierno central, y arremetió contra el bolsillo de los ciudadanos al cobrar onerosos impuestos. Subió ilegal e injustamente los predios de terrenos, casas y edificios del centro dinámico y comercial; a los caramancheles y a los comerciantes formales e informales, como gran obra los estacionamientos de la derecha los pasó a la izquierda, entre otras.
Hizo estudios y consultorías por ciento de miles de dólares, sin obras, mas no supo defender el aeropuerto sin importarle las consecuencias; pidió que desaparezcan los cuarteles y se inventó un parque de ocho millones de dólares sin importarle la suerte de los barrios marginales y pobres de esta gran ciudad de Viejo Puerto.
Pretendió desmantelar la capital provincial, silenció a la dirigencia barrial con dádivas y minucias. Y al alcalde una de esas noches se le ocurrió cobrar 10 o 12 dólares por bóvedas en el cementerio histórico y legendario de Viejo Puerto; no escuchó reclamos, consejos, peor sugerencias. Era algo inaudito, increíble, nadie había hecho esta blasfemia a los muertos.
Estos no se hicieron esperar y como almas adoloridas viajaron a las profundidades de la tierra para hacer sentir su protesta. Y se dio un terremoto, destruyendo todo donde iban a cobrar y nadie protestaba, rompieron tumbas como protesta macabra con gritos de silencio enardecido.
Ellos, que en vida fueron gestores del desarrollo del Viejo Puerto, tenían que volver a protestar, hacer respetar sus sepulcros blanqueados.
Viejo Puerto está golpeado con el terremoto, pero los muertos nos enseñaron que el silencio es solo de ellos, que los líderes y dirigentes de un pueblo no se pueden vender, peor comprar, que el grito y la protesta es lo que nos ha hecho progresar y desarrollar, que el aeropuerto es indispensable, que los cuarteles son necesarios, que los impuestos no pueden esquilmarnos, que los barrios marginales y pobres hay que protegerlos y que la necrópolis hay que respetarla.
Cualquier parecido con la realidad es coincidencia.