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Cuentos y leyendas.
“Veneno, el caminante...”

La tradición oral se manifiesta de forma espontánea en todos los pueblos. El cuento y las leyendas son esas expresiones ancestrales.

Lunes 18 Julio 2016 | 04:00

 La cultura montuvia es dueña de muchas historias inspiradas en la mente y experiencias de los abuelos, que compartían con las familias en reuniones.

En la actualidad varios investigadores se dedican a recopilar estos relatos con el fin de fortalecer la tradición oral del pueblo manabita.
Tras una investigación realizada en la provincia de Manabí, el cuentista manabita Rubén Darío Montero, recopilador de la tradición oral, resalta la leyenda “Veneno,   El Caminante...” en su libro ‘Cuentos y Leyendas de la campiña Manabita’.
 
HISTORIA. Vicente, el caminante que desde muy tierno supo que nació para conocer ciudades y entre estos largos caminos recorridos, pasaron muchas, pero muchas aventuras, y aún con setenta y tantos años recuerda, con sonrisas en los labios, y sujetando sus lentes, nos conversa una de ellas.
Por cierto, Vicente lleva a cuesta un apodo de familia “Veneno”. 
Recuerda que hace muchos años, por cosas del destino llegó a Chone, en un invierno como los que se tenía en esos años, torrencial aguacero caía, Veneno caminando sin ver las casas,  porque el agua que caía no las dejaba ver, el río estaba tan hondo que sus aguas la aventaba a la ciudad, en ese caminar el “Caminante” lo único que encontró a lo lejos fue el cementerio de Chone para guarecerse de la tormenta, abrió sus puertas y entró en él.
Buscó una bóveda vacía y en ella se acomodó, pasaron varias horas, no sabía si era de día o  de noche, el aguacero amainó un poco, Veneno salió de la tumba húmeda, todo mojado, el suelo estaba lleno de charcas con agua y fango, se apresuró a salir del cementerio, cuando a lo lejos ve a siete personas, dos de ellas llevaban en sus hombros una caña y en ella colgada una hamaca con un cuerpo que al parecer pesaba mucho. En sus manos portaban velas encendidas que el agua no las apagaba, estos se le acercan y Veneno le pregunta a quién llevan en la hamaca, y uno de ellos le contesta… “A Pedro Pablo que acaba de morir, y sus familiares no tienen para el ataúd y lo envolvieron entre sábanas y lo vamos a sepultar, ya la fosa está cavada, pero el agua nos retarda…”
Veneno se quedó  pasmado, Pedro Pablo era su amigo, amigo de chupe y borracho currinchero; unos de los siete acompañantes, le da una vela para que los acompañe, así lo hizo Veneno, caminó entre charco y cruces de palo pintadas de blanco, llegaron hasta donde estaba la fosa, los dos hombres que cargaban al muerto lo  pusieron en el fango, tres de ellos se alejaron, dijeron que iban a ver tarros para sacar el agua de la fosa.
Veneno con su vela prendida que ni el agua que caía la apagaba, mojado hasta los codos, que no tenía más pensamiento y dolor en ese momento que la pérdida de su amigo, los otros cuatro acompañantes también se marcharon en silencio, al parecer la noche estaba presente, porque no vio en qué momento se quedó solo con el muerto, en ese momento unas gotas de agua caen en su vela que más parecía un baldado de agua  y la vela se apagó quedando en una oscuridad total.
Vicente el caminante Veneno, con precipitada marcha camina hasta fuera del cementerio y se alejó de ahí, vio a lo lejos un portal con luz, se acercó hasta allá y vio aterrado que en sus manos no tenía una vela, sino un hueso de muerto.
 
 
 
 
 
 
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