Él explica que su entrañable amigo (el motor), empezó a fallarle hace cuatro meses y lo llevó varias veces donde un mecánico que se lo arreglaba, pero a los pocos días volvía a dañarse, por lo que decidió comprarse otro, que le costó 336 dólares.
El anterior le había costado 1’300.000 sucres (unos 52 dólares) y le duró 33 años.
Señala que ya se cansó del engaño de las autoridades, que en varias ocasiones le dijeron que le iban a conseguir la instalación de un tramo de tendido eléctrico en el sector La Mila, de la parroquia Canoa.
“Sin luz es como vivir en las tinieblas. Sin luz nos toca a mi esposa y a mi familia, acostarnos a las 18h00, sin poder escuchar las noticias y sin poder tener una vida digna”, dice Zambrano.
Rubén Zambrano, morador de La Mila, indica que tener luz forma parte de un buen vivir, porque sin luz no se pueden comprar los productos del mar porque se dañan, así como la carne y otros productos.
Zambrano, quien también tiene una planta de luz que se dañó con el sismo, dice que tiene que recurrir a sus vecinos para congelar sus alimentos.
Cnel. Gonzalo Pico, funcionario de la Corporación Nacional de Electricidad (Cnel) de San Vicente, manifiesta que él ha hecho varios recorridos por esta zona y conoce del pedido de este sector de La Mila.
Pico recuerda que cuando se instaló la luz en la parte alta de La Mila con el proyecto FERUM, el tendido se hizo hacia otro lado porque la vía era por otro lugar, pero el proyecto de electrificación faltante tanto para La Mila como para el sitio La Unión, ya está incluido en la agenda de la empresa.