Después del encuentro de fulbito, los amigos se reúnen a conversar sobre quién hizo el mejor gol, la mejor jugada, etc. En la cancha, entre otras cosas, se comienza hablando de deportes y se termina con política.
Uno de esos sábados llegó un candidato a la alcaldía; un desconocido por varios deportistas.
Moreira, que es dirigente del barrio, lo reconoció, lo presentó y lo hizo uno más de esa conversación. Emocionado, el candidato dio a conocer sus planes si llegaba a ganar las elecciones: lo primero que haría sería arreglar la cancha, que había quedado a medio construir.
El candidato ganó. Los jugadores y Moreira fueron después de un mes al municipio a recordarle su promesa, pero nunca fueron atendidos. El mismo candidato, ahora alcalde, mandó a desalojarlos del municipio argumentando que no conocía a esas personas. Moreira y sus amigos siguen jugando en la misma cancha dañada, esperando al funcionario para sacarle seis para el partido y que traiga canilleras.
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