Actualizado hace: 940 días 6 horas 56 minutos
Jaime Andres Palomeque
Lo relativo

Un estudio sobre relatividad dice: una persona que compra un auto por 30.000 dólares no tiene problema en gastarse mil dólares extras en poner asientos de cuero. Pero una persona que compra algo por veinte dólares, no comprará un producto adicional por diez dólares. Es decir, cuando nos referimos a un gran gasto, ¿qué importa gastar un poco más? Pero cuando nos referimos a un gasto pequeño, probablemente no querremos gastar un poco más para obtener el doble a cambio.

Martes 28 Junio 2016 | 04:00

Así es como funcionamos. Nos juzgamos a nosotros y a los demás en función del lugar en el que nos encontramos y con quién nos rodeamos.
Por ejemplo, cuando una persona siente envidia, observa dónde se encuentra ella en relación a la persona o la situación de la cual siente celos. ¿Por qué está él ahí y yo no? Yo debería conseguir esto, y no lo tengo. No me molesta que el propietario de un negocio en otro país tenga tres autos. Me molesta que mi vecino los tenga.
Otro ejemplo: en un país como Vietnam, el americano medio que cobra el salario medio viviría como un rey. Eso no quiere decir que pertenezca a la realeza. Y con el mismo salario en Rusia, ese americano medio a duras penas podría poner comida sobre la mesa. ¿Acaso el lugar donde vive una persona cambia su valor intrínseco? “No”, contestarás. Obviamente. Pero, ¿por qué no es algo obvio en nuestra vida diaria?
El juicio es algo relativo. No juzgas a un niño por algo incorrecto cuando él no sabe que lo está haciendo mal. Juzgas a alguien que piensas que debería saber que lo está haciendo mal. Juzgamos a los demás y a nosotros mismos basándonos en la relatividad de lo que percibimos como justo.
Pero hay un enfoque más amplio. Si no tenemos lo que queremos, podemos dirigir nuestro enfado en dos direcciones: hacia nosotros o hacia el Creador. O “no presioné, ni hice ni dije lo suficiente” o bien “empujé, hice y dije pero Dios no me dio lo que yo quería”. Pero así no funciona nuestro cerebro. Es posible observar a los demás para inspirarnos y seguir su ejemplo, lo cual significa que miras a tu maestro para ver qué más hacer, o hacer las cosas como él lo hace. Pero a menudo caemos en la trampa de la relatividad.
Quizá la peor parte de vivir la relatividad sea permitir que nuestro humor y nuestra energía estén determinados por la gente que nos rodea y lo que estamos haciendo. El lugar en el que nos encontramos en la vida no debe, no puede tener nada que ver con ninguna otra persona excepto nosotros mismos. En lugar de preguntarnos: “¿Soy tan bueno/listo/fuerte/sano/rico como él o ella?”, necesitamos preguntarnos: “¿Soy tan bueno/listo/fuerte/sano/rico como podría serlo?”. Entonces y sólo entonces podemos pasar a la acción para trazar un puente entre donde nos encontramos y donde deberíamos estar. 
 
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