Con el terremoto y sus réplicas, así como con la preexistente crisis económica, el estado emocional de la población es vulnerable por decir lo menos y en estos momentos queremos sentir que nos apoyamos, que nos ayudamos, como lo ha probado la sociedad civil que continúa en su esfuerzo de apoyar para salir adelante.

En ese contexto, la polarización de la sociedad se siente cada vez más  con el resultado terrible de no sentirse representado por su presidente. Los gobiernistas insisten en vender verdades mentirosas, en tapar el vacío de poder que sufren y que se debe suplir amedrentando. Por último, insisten con exprimir el bolsillo ecuatoriano con tal de no cambiar de rumbo sobre un modelo económico evidentemente fracasado. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar con tal de prevalecer sobre “la oposición”? 

Las cifras de la cuenta del tesoro, del déficit fiscal, del inmenso costo mensual que representa mantener el correato ya son de conocimiento público, entonces ¿qué esperan para recular? No son ya opiniones subjetivas sino la visión de hechos concretos. La vía del Gobierno sería espiar nuestra intimidad a través del consumo de tarjetas de crédito y demás para luego inventar más fórmulas de socavar el bienestar económico del ciudadano. Así también insertan el dinero electrónico como al ratón que va a comer ese pedazo de queso para luego acabar aplastado por la trampa.

La unión perfecta entre Estado y ciudadanía es aquella que camina conjunta al bienestar de ambos, siempre habrán discrepancias pues poner de acuerdo a un país entero es imposible, pero si en algo estamos de acuerdo todos es en mejorar nuestra calidad de vida. El cómo es donde viene el conflicto. Bajo esta premisa el Gobierno está para servir a la ciudadanía y no al revés. Este es un principio por el que vale luchar, no reconocerlo puede desencadenar en que las personas vivamos para solventar los caprichos de quienes nos gobiernan.