Debbie Stevens, de 47 años, le donó un riñón a su jefa enferma, sin sospechar que, poco después, ésta la despediría por faltar al trabajo tras la operación.
Los protagonistas de esta historia, que parece salida del guión de una película, cruzaron sus vidas en una franquicia automotriz de Long Island, Nueva York, Estados Unidos.
En el lugar, Debbie trabajaba para Jackie Brucia, de 61 años, quien fue diagnosticada con una enfermedad que requería un trasplante de riñón.
Ante ello, Debbie se ofreció para ser su potencial donante y la intervención tuvo lugar el 10 de agosto de 2011, con mucho éxito porsupuesto.
Sin embargo, Debbie confiesa haberse sentido presionada para volver al trabajo tras la operación, cosa que hizo el 6 de septiembre.
Después de pasar tres días con molestias, decidió hacer reposo, después de lo cual recibió una llamada de su jefa (que todavía no se había incorporado al trabajo) recriminándole su ausencia. "No puedes andar yendo y viniendo, tus compañeros pensarán que tienes un trato especial", le dijo, según la donante.