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Portoviejo
Los refugiados de la “zona cero”

Busca sobre el colchón, debajo de la hoja de zinc y la saca como un tesoro: la maleta negra donde guarda las letras de sus canciones.

Jueves 05 Mayo 2016 | 04:00

 “Ya se me han mojado algunas hojas por la lluvia. Aquí no hay cómo estar seco”, se lamenta mientras encuentra las letras de sus composiciones con la tinta corrida bajo la inconfundible mancha redondeada del agua sobre el papel.

Para José Antonio Párraga, cantante popular conocido como “El Jibarito”, tener sus cosas en la intemperie es una pelea diaria contra el clima. El zinc improvisado sobre unas sillas es lo único que lo cubre durante las noches después del terremoto. Ese es ahora su hogar.
Oscuridad. Como él, otras 21 personas se refugian como pueden en el corazón de la “zona cero”, el núcleo del desastre.
Sobreviven desde hace 19 días pasando las noches a oscuras en el centro de Portoviejo y rodeados de edificios, unos  abandonados y otros en ruinas.
En el predio que fue de la extinta Corporación Reguladora del Manejo Hídrico de Manabí (CRM), en la cuadra que forman las calles Rocafuerte, 10 de Agosto, Córdova y Morales, estos vecinos de la zona céntrica han decidido quedarse.
Ricardo Guerra, cuya casa sobre la Morales se desplomó en parte, explica que prefieren estar cerca de lo que fueron sus viviendas. Dicen que no sienten garantías de ir a otro albergue.
“Aquí sólo los militares nos han ayudado, nadie más. Recién ayer (lunes) nos trajeron unas raciones”, se queja al señalar que incluso les han ido a pedir que salgan.
Y es que esta es la posición oficial. Pavel Vásquez, director distrital del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), señala que les han solicitado que por su propia seguridad vayan al albergue del aeropuerto Reales Tamarindos.
“En el centro siguen las demoliciones y hay riesgo de enfermedades respiratorias. Es una zona restringida. La alternativa es que ellos vayan al aeropuerto para que tengan toda la atención que requieren. No es seguro para ellos estar allí”, resalta al indicar que seguirán insistiendo en que acudan allá.
Cercanía. Ligia Molina tiene 79 años y confiesa que a ratos sale a mirar lo que fue su casa en la calle Espejo entre 10 de Agosto y Córdova.
Su nuevo hogar está ahora debajo un improvisado techo de lona que sostienen las cañas que levantaron con los vecinos.
“No me quiero ir de aquí, puedo ir a mirar mi casa. No quiero estar lejos, quiero que nos dejen aquí”, repite la mujer que se acomoda para dormir sobre un cartón.
“Un colchón y una cocineta”, ese es el pedido que tiene. Dice que con la segunda puede dejar de depender de una señora que les regala el almuerzo o dejar de prestar la de sus vecinos.
Canción. La otra noche, para matar el tiempo y la oscuridad del albergue a “El Jibarito” se le ocurrió un nuevo tema musical.
José Párraga dio rienda suelta a su inspiración y escribió: “Porque en la vida hay de todo / hay que saber soportar / hay lo bueno y hay lo malo / hay los pobres y hay los ricos...”
Al final de la canción, que a quien la pida se la canta con emoción y hasta imitando al trombón, remata con un verso que dice: “Y si alguien te hace mal / dejalo porque / no sabe pensar”, y justo allí, sobre esas palabras una gran gota de lluvia, que se coló por el precario techo, ha corrido casi toda la tinta.
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