El terremoto del 16 de abril sembró desolación y angustia en Manabí y Esmeraldas. 

Yo estaba en la Catedral de Portoviejo, a mis 86 años nunca había padecido una hecatombe igual. La ciudad de Portoviejo se destrozó. La solidaridad de la comunidad y la solidaridad internacional fue inmediata.

Ahora hay que reconstruir el ánimo de los que perdieron sus seres queridos y quedaron en la orfandad sin pan, sin techo.

Los que ejercen los poderes políticos y la empresa privada están en la obligación de trabajar mancomunadamente, de cooperar con sensatez para reconstruir la provincia y las ciudades. Unas quedaron más desbastadas como Portoviejo, Pedernales y Manta.

Los bancos del sector público y privado deberán refinanciar los créditos a largo plazo con intereses que no excedan de un dígito anual y conceder nuevos créditos. La Banca, con la ayuda del Estado y créditos internacionales, debería constituir un fondo que sirva para reprogramar los créditos actuales y conceder nuevos créditos.

Las tasas de los servicios públicos de energía eléctrica, agua potable y riego, y  de los servicios telefónicos deberían rebajarse en un veinticinco por ciento.

Impulsar las actividades agrícolas, ganaderas y pesqueras por parte del sector bancario, debe der eficiente. Para ello hay que vencer la “tramitología” y poner a “tramitón” el invisible, en su puesto, que a veces presta ayuda y en otras entorpece las cosas, pero siempre actúa indebidamente.

La provincia, Manabí, tiene que impulsar el turismo con el mayor esmero. Es urgente poner operativo el aeropuerto Los Perales, ubicado en San Vicente, frente a la ciudad de Bahía.

La carretera Quevedo – San Plácido – Portoviejo – Manta tiene que ampliarse para impulsar el desarrollo del Puerto de Manta. Las obras portuarias de Manta no pueden seguir esperando. Reconstruir Manabí económica y anímicamente no será fácil. 

Pero el coraje y el espíritu de nuestra gente es una garantía para superar los problemas. El señor Prefecto y los señores Alcaldes, estoy seguro que cumplirán sus deberes a  cabalidad, con honestidad y responsabilidad total; por ello tienen que predicar con el ejemplo, con prudencia y justicia, sin amiguismo.

Si todos y todas cooperamos y arrimamos el hombro, resolveremos los problemas.