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Santo Domingo
El último Zaracay

Tullio Boschetti, quien llegó a Santo Domingo en los años 1920 y 1940, en sus escritos, transcritos en el libro “Memorias”, habla de su gran amigo Joaquín Aguavil.

Viernes 08 Abril 2016 | 04:00

El libro recopila varias historias de las que Boschetti participó mientras estuvo en estas tierras. 

Él menciona a Joaquín Aguavil como gobernador de los tsáchilas, nominación a la que también hace referencia el texto de Paúl Rivet como una dignidad superior que se encargaba de solucionar conflictos, unir las parejas civilmente y asumía las labores de la policía en cuanto al orden y las buenas costumbres (Rivet, 1905, p.50).
Joaquín Aguavil, el gran “Jefe Tsáchila”, es uno de los hombres más nombrados dentro de la historia de este pueblo. 
En la mayor parte de los registros la etnia, se pueden encontrar datos sobre él, ya sea como cacique jefe o anciano más respetado o como apellido de un grupo familiar extenso y antiguo que pudo haber tenido cierta jerarquía dentro de la organización social de los tsáchilas.
Joaquín Aguavil formó parte de una extensa rama familiar con este apellido, y tiene un rol especial dentro de la historia tsáchila, es el encargado de traspasar lo que muchos han considerado la memoria oral de los grupos ancestrales, el salvaguarda de la historia, el que hace que los recuerdos, aventuras y hazañas de un pueblo permanezcan y se transmitan.
Es por esto que Joaquín, o como lo llamaba Boschetti, “El último Zaracay”, se vuelve determinante en la vida de los nativos. 
Era un chamán. En el capítulo “Blancos, Mestizos y Tsáchilas” del libro La Región de Santo Domingo de los Colorados: Historia Oral 1900-1960 de Fernando López, existe un acápite denominado “Quién era y de dónde vino Joaquín Zaracay”.
Por medio de entrevistas a personas mayores de Santo Domingo se trata de conocer la historia de este personaje (Joaquín Aguavil). 
Muchos de los entrevistados concuerdan en que Zaracay no era tsáchila, por el contrario había llegado a Cocanigua, desde los páramos del Chimborazo, tal vez huyendo de algún conflicto y, encontrando a los “colorados”.
A algunos nativos enfermos de viruela los habría ayudado, curándolos y llevándolos al nuevo territorio de San Miguel, en el que se asentaron definitivamente.
Gracias a sus dotes de curandero y chamán, llega a ser respetado y acogido como jefe de su pueblo. 
Según el testimonio de Juan Benavídez, en la página 361 del libro de Fernando López se cuenta: “Tenían un camino muy cerca, de Cocaniguas a Quito, decían que hacían un día. Al llegarles la peste de la viruela, la mayor parte de ellos murió y el pueblo se destruyó.
Él logró traerse un poco de ‘colorados’ y se pasó a este lado. Aquí anteriormente fue el pueblo de los Zaracayes, de los colorados. Al venir la gente blanca, ellos huyeron a la montaña, a distintos lugares. 
Joaquín organizó a todos los colorados y les enseñó lo que él sabía en medicina. Como él conocía la montaña, levantó el plano. Hubo el plano de los esteros, puso el nombre de los esteros Chigüilpe. Se puede decir que Zaracay es un sabio”.
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