Joan López, quien llegó desde Jaramijó, comentó que le gusta bañarse en la piscina. Durante 20 minutos disfrutó del baño de barro natural.

La turista quiteña Priscila Montero resaltó las bondades que, según ella, ofrece  el barro natural.

“Me deja la piel suave. Me relaja y es muy recomendable para la salud”, dijo Montero, quien estuvo dos días hospedada en la hostería Piqueros Patas Azules. 

Rolf Pinoargote, hijo de Alfonso, señaló que el barro que hay en la piscina se obtiene de un yacimiento que hay por el rompeolas, frente a la playa de la hostería.

La piscina de barro natural tiene 16 metros cuadrados de extensión y 40 centímetro de profundidad. 

Según Rolf Pinagote para complementar la eco-terapia y remover el barro, los bañistas tienen que ir al mar y realizarse masajes con el golpe de las olas.