En un cordel en cada cocina había colgado un hueso que se utilizaba para darle gusto a las comidas. 

Los investigadores etnográficos lo han denominado como “el hueso degustador”. 

Jacqueline de Munizaga, en su libro “Lo que usaban mis abuelos”, explica que éste era utilizado por la mujer campesina para dar sabor al caldo. Lo tenían colgado en el área de la cocina para usarlo al momento de cocinar. 

Jaime Cedeño, investigador del museo Dr. José Reyes, de la universidad Eloy Alfaro, señaló que el hueso preciso para utilizarlo en la preparación de las comidas era el del fémur de la vaca. 

 

> Jornadas .  Por lo general era usado cuando las amas de casa iban a preparar grandes ollas de comida para los trabajadores del campo. Sólo si el número de comensales pasaba de 20, las mujeres metían el hueso a la olla. 

Cuando terminaba la cocción el hueso se sacaba, lo lavaban, envolvían en una hoja de plátano, lo colgaban o guardaban en un lugar dentro de la cocina, explica Cedeño.

El historiador y el texto de Jacqueline de Munizaga coinciden en que “el hueso degustador” se prestaba entre vecinas, porque no todas las familias podían tenerlo, ya que no todas tenían jornaleros a su cargo. 

 

> El sabor.  El investigador señala que el uso del hueso en las comidas se popularizó porque los caldos que se cocinaban con un hueso adentro tenían mejor sabor que los que se hacían convencionalmente.  El tiempo de vida útil de este hueso era de un mes, después lo desechaban y adquirían otro. 

Para muchas de las mujeres que cocinaban para los jornaleros, el hueso de vaca era como un material indispensable