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Enrique Villamar
Hijos mimados, vivir sin trabajar

Jueves 08 Octubre 2015 | 04:00

Llegaron un día al mundo y llenaron de alegría el hogar de sus padres, no importa si son ricos o pobres, la feliz llegada de un hijo no hace distinciones de estratos sociales; con sus risas, con sus juegos y hasta con sus llantos hacen las delicias de sus cariñosos padres, que se llenan de dicha cuando ya pueden expresarse con palabras como estas: “no quiero esto” “quiero lo de acá”

Y es así como sus amorosos padres, desde la más temprana edad se esfuerzan en complacer en todo a sus hijos y en solucionarles todo aquello que pueda implicar una dificultad y en relevarlos de cualquier esfuerzo. Entonces es común escuchar cosas como esta: “no quiero dormir” “no quiero comer esto” “no quiero apagar la TV”; y sus progenitores corren a satisfacer todas sus demandas y a decirles cosas como estas: ¿Qué te gustaría hacer? ¿la piscina o el cine? permitiendo siempre que sus hijos decidan y hagan lo que quieran.
En la adolescencia se vuelven rebeldes, intolerantes e irrespetuosos con sus padres o maestros. Tienen todos los derechos, pero ninguna obligación. Estos jovencitos son incapaces de realizar cosas tan sencillas como ordenar su cuarto, levantar el plato de la mesa o ayudar en cualquier tarea de la casa. Los padres, en lugar de ser una figura que inspire respeto o autoridad, se convierten en esclavos de sus hijos, que deben llorar o rogar para que obedezcan de alguna manera. Todo intento por corregirlos ocasiona que sus padres se enfurezcan o sientan lástima por sus hijos.
Y un día, estos chicos mimados se convirtieron en adultos, dependiente de sus padres para sobrevivir, para solventar sus más mínimos gastos, emocionalmente inmaduros, desdichados, sin metas, lejanos de la realidad, inadaptados. No pueden mantener un trabajo, no aceptan ni horarios ni disposiciones de alguien que represente una autoridad, siempre encuentran “un pero” para evitar responsabilidades. ¿Quién no recuerda a Don Ramón? ese cómico personaje del Chavo del 8 que vivía sin trabajar y decía así: “El trabajo no es malo, lo malo es tener que trabajar”.
Aunque parezca cruel, los padres deben poner límites a los hijos y aprender a decirles no; se puede consentir y disciplinar para que aprendan a ser tolerantes, a esforzarse, a valorar las cosas y lo que cuesta conseguirlas.
Dice Pepe Mujica:  
“Si educas a tus hijos como hijos de pobres los enriquecerás, pero si crías a tus hijos como hijos de ricos los estarás empobreciendo”.
 
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