“Alfonso” llega desde las 08h00 al parque Zaracay en busca de que alguien lo contrate para pintar una casa o destapar un desagüe, pero mientras eso sucede, lleva repetidamente la botella a su boca. 

“Es agua para el calor”, dice y sonríe con picardía, pero su aliento a licor lo delata.

El hombre vive solo en un cuarto que arrienda en la cooperativa Liberación Popular. 

Cuando se sincera confiesa que esa botella es la segunda del día. Sus colegas, con quien acostumbra a beber han tenido mejor suerte y se han ido, otros aún no han llegado. 

“Son muchos los que han hecho del parque Zaracay su segunda casa y se sienten tan a gusto que se ponen a tomar”, dice un morador del sector que prefiere mantener su nombre en el anonimato. 

Él asegura que el problema de los libadores en el parque es un mal difícil de combatir. “Algunos duermen en el parque y utilizan los portales como baños, a mí ya me ha pasado cuatro veces”, afirma. 

Esto mientras la Policía Municipal hace operativos para combatir la ingesta de alcohol en el lugar.

Tex Montes De Oca, director municipal de Seguridad Ciudadana, indica que en los controles diarios se decomisan de cinco a diez botellas con licor en el sitio.

Son más de 100 personas las que diariamente llegan a beber a este sector de la ciudad. 

En Santo Domingo rige la ordenanza que regula el uso de los espacios públicos y prohíbe la venta, entrega gratuita y la ingesta de licor en estos y en la que se establecen multas económicas (ver el dato).

“Lo que se hace durante los operativos es decomisar el licor, pero no podemos multar económicamente a los infractores del parque pues son personas de escasos recursos económicos y en otros casos son mendigos o viven en la indigencia. Las instituciones de ayuda social deberían también intervenir pues hemos identificado a personas reincidentes”, explica Montes De Oca.

Sara Ormaza, tiene su negocio en el parque Zaracay y ha tenido que presenciar las peleas de los borrachitos “que llegan muy temprano en la mañana pero no tienen hora de salida”.

“No se puede caminar tranquila, pues al calor de los tragos empiezan a molestar a los que pasan y las que más pueden perder son las mujeres”, denuncia.  

“Alfonso” pronto se acaba la segunda botella. “Ahora falta que venga el compa pues ‘la calor’ está que no se soporta”, dice y se aleja con un caminar inestable.