“Aislados y distantes de su mundo original, los europeos sólo pudieron sobrevivir gracias a los alimentos y medicinas indígenas, que durante largo tiempo fueron su único sustento y auxilio posible.

Fue entonces cuando la sabiduría indígena empezó a revelárselas ocasional y progresivamente, en forma de pócimas, infusiones, emplastos y lavativas de sorprendente eficacia.

Descripción. Un siglo después de su llegada a tierras americanas, los europeos estaban ya más convencidos del gran conocimiento de los indios sobre la naturaleza americana, especialmente en el ámbito de la flora, en el cual sólo ellos eran capaces de distinguir entre plantas medicinales, venenosas o inocuas. 

Por lo mismo, en busca de recuperar para el poder metropolitano los conocimientos indígenas, la corona envió a las autoridades coloniales, en 1604, un minucioso cuestionario, entre cuyos grandes temas se incluía el de ‘lo natural’, que se encaminaba a averiguar todo lo referente a minerales, animales, plantas, enfermedades, remedios, entre otros.

Queriendo responder adecuadamente al interés de sus superiores, las autoridades de la Audiencia de Quito enviaron como contestaciones varias ‘relaciones’ descriptivas de las distintas jurisdicciones de este territorio, las cuales fueron comprendidas en España en nuevos documentos de síntesis. Una mirada a esas ‘relaciones’ y compendios nos permite observar el gran interés que el sistema colonial tenía en descubrir los secretos de la medicina americana, que los indios guardaban celosamente de sus dominadores. En la ‘descripción de la ciudad de Guayaquil’, comprendida en 1607, se hacía constar que ‘hay en el distrito medicinas aprobadas, mucha cantidad de buen Michoacán; y unas raíces que llaman porte empate, que usan como suelda en las quebraduras y desconciertos de huesos y para resolver humores fríos. Otra hierba que llamaban payco, es caliente y aprovechan mucho para los resfriados. Dicen que hay muchos otros géneros de hierbas medicinales con la que los indios se curan’”.