Eran los años 1945 – 50, visitaba el nuestro puerto mantense; para los niños era una distracción vivir el embarque y desembarque del buque al puerto y viceversa.
Y así era para todo: barco, bote, remos, cargadores; una odisea de esfuerzos que el comercio imponía: salían nuestro café, cacao, tagua, caucho, palma real; llegaban decenas de artículos importados que el país requería. Así se funcionaba.
La producción apuntaba salir por Guayaquil y en eso se emprendía; se creía imprescindible la vía Manta – Quevedo, que uniría a Manabí, Los Ríos, Guayas. En esos años llegó la Cía. Ambursen y comenzó la obra que no sé hasta dónde avanzó, pero Manabí viajaba de ida y vuelta por las rutas de los 5 cerros, o por las playas de Puerto López. Muchas distancias y peligros, pero había que llegar al puerto señalado.
Avanzan los gobiernos y, al fin, en las décadas 1960-70, hubo una vía Manta, Portoviejo, Pichincha, Quevedo; toda asfaltada. Tenía un tránsito intenso y solucionaba la comunicación enlazando sitios muy importantes.
El viaje era imponente, conocíamos la exuberante magia de la selva sur manabita, que no duró muchos años, sucumbió ante pastizales y otros cultivos pero crecieron importantes poblados: Calderón, Alajuela, San Plácido, Mancha Grande, San Sebastián y se llega a Pichincha con su pintoresca cabecera cantonal y la vía continúa hasta El Empalme, Quevedo y luego Guayaquil.
El tránsito intenso y la presencia del fenómeno El Niño, a finales del siglo XX, afectaron duramente la estructura básica de esta vía cuya importancia queda relevada por el auge productivo de toda la comarca y el enlace de las 3 provincias señaladas.
Dentro de esta estructura vial, hoy el mayor reclamo justo y necesario nace del cantón Pichincha, cuyas fuerzas administrativas, productivas, comerciales y clasistas buscan una perfecta integración hacia Portoviejo, y el puerto de Manta.
Las autoridades de Manabí y Los Ríos junto al alcalde de Pichincha y los otros cantones manabitas aúnan esfuerzos y gestiones para que éste eje vial sea una realidad tangible, en el menor tiempo posible, como lo exige el volumen actual de todas las zonas que van creciendo día a día. Esto no puede esperar, debe resolverse en los próximos 90 días.
Esta carretera de tanta importancia, junto a la Junín - Pimpiguasí y la estabilización del sector de La Crespa en la vía Flavio Alfaro – El Carmen, son deberes pendientes de la buena acción vial gubernamental y se debe impelir a los mandos medios se cumplan con la rapidez que el caso justifica, pues son puntos neurálgicos por los que transitan diariamente cientos de vehículos y miles de viajeros, así como insumos imprescindibles, de lo que producimos y de los bienes industriales y alimentarios que las comunidades requieren en el diario vivir.
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