Irene pensó que con la fuerte inversión económica que hizo el Gobierno Nacional al construir una central termoeléctrica en su ciudad, ya no iba a comprar velas en la tienda de su barrio. Tampoco a tener a la mano el recibo del pago de luz para llamar cuando no tenga el fluido eléctrico. Pero se equivocó.

Pero Irene sigue más equivocada después de leer en el periódico que van a “desmembrar” a la Cnel. A pesar que no conoce bien qué significa desmembrar, ella cree que la empresa se partirá en dos o más partes y ya tendrá más trabajo para pedir solución a los problemas eléctricos que se presentan a diario en su provincia.

Pero la preocupación de ella va más allá porque desde que ponga a funcionar la cocina de inducción y no haya energía eléctrica en su casa por los constantes apagones, ya no sólo tendrá que comprar velas sino comida enlatada y ponerla a calentar al sol.

Irene espera que esto sólo sea una pesadilla. Pero es una realidad que ocurre a diario en el barrio de la mujer que compra velas para alumbrarse cuando se va el fluido eléctrico.

Ella también espera que así como se va constantemente el fluido eléctrico en su barrio, en su planilla se esfume el cobro del alumbrado público, se pague el daño de los electrodomésticos por los apagones, el cargo por gestión de cobro y el cargo por comercialización que se cobra mensualmente cuando se acerca a la oficina de Cnel a cumplir con el pésimo servicio que recibe.