Ella vivía en Jipijapa; su muerte ocurrió en Montecristi.

A casi 5 años de su fallecimiento, su habitación sigue intacta. Sus muñecos, ropa, cuadernos y otros enseres aún adornan las paredes color lila de su cuarto. Su madre, Fresia García, confiesa que a pesar de que hacen limpieza, nadie ocupa el cuarto por respeto.

Recuerda que uno de los sueños de su hija era ser presentadora en la televisión nacional. “Yo me hago de la idea que está trabajando, cumpliendo su sueño”, comenta la mujer.

Grace dejó un vacío en los micrófonos y en muchos de sus oyentes. Trabajó como locutora en cuatro radios. Pero el vacío más grande lo dejó en su familia. “El día que mi hija murió, me mataron en vida a mí también”, dice su padre, Robert Córdova, sin poder contener las lágrimas.

Confiesa que el dolor de perder a su hija fue tan grande, que en alguna ocasión le pasó por su mente atentar contra su propia vida.

Antecedentes. Robert recuerda que su hija se despidió de ellos el 6 de diciembre del 2010 a las 14h00 y salió hacia Manta.

Dos días después, alrededor de las 07h00, en una llamada telefónica les informaban que la habían encontrado muerta en la Y de Montecristi, dice Fresia.

“Fue algo duro, no sabía qué hacer, fuimos a la morgue en Manta con la esperanza de que no fuera ella”, cuenta.

Su padre reconoció el cadáver.

Ellos mencionan que luego de las investigaciones conocieron que el accidente ocurrió el 7 de diciembre, alrededor de las 19h30, y que un bus de la cooperativa Coactur la embistió.

Robert asegura que hubo dos hipótesis que no han sido esclarecidas.

Una de ellas es que Grace andaba en un carro, cuyo acompañante le habría querido hacer daño, por lo que ella salió corriendo y en ese momento fue embestida por el bus.

La otra es que se había quedado con una amiga en el sector donde ocurrió el accidente y esperaban un bus para viajar hasta Santa Ana, pero Grace se habría salido un poco de la vía y fue embestida.

El padre añade que a los dos años y medio del hecho habían ganado dos audiencias, pero la falta de recursos económicos y una enfermedad de su madre le impidieron estar en la tercera y desde entonces dejaron el caso.

“La mejor justicia del mundo es la ley de Dios”, sostiene Robert, quien junto a su esposa no descartan seguir con el proceso legal.

Para ellos todavía hay puntos por aclarar en este caso.