La 114 edición del Grand Slam de tierra batida (inició ayer) aparece más incierta que nunca. Porque el rey de los últimos años vacila al mismo ritmo que el principal aspirante a desbancarle del trono.
Capricho del sorteo, Nadal y Djokovic, últimos finalistas, dominadores del tenis en los últimos años, se cruzarán en cuartos, si es que llegan hasta esas instancias.
Uno, el serbio, mejor jugador del momento, ataca con la artillería de una temporada asombrosa en todas las superficies. El otro, el español, relegado por sus resultados irregulares a la séptima plaza del mundo, defiende su más preciado bastión que sólo ha cedido una vez en diez años.
Desde su regreso a la competición en enero pasado tras una larga lesión, el español no ha cosechado los resultados esperados y por primera vez en su carrera, llega a París con cero títulos en la gira europea sobre arcilla.
Mientras que Djokovic tiene entre ‘ceja y ceja’ el triunfo en Roland Garros, que se ha convertido en la obsesión de su carrera. El serbio ha ganado todo, menos este torneo.