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Una promesa le salvó la vida

William Enrique Mendoza tiene 50 años, pero la mitad de estos los dedicó al consumo de alcohol y drogas. Estando al borde de la muerte prometió que dejaría el vicio y lo está logrando.

Domingo 03 Mayo 2015 | 04:00

 Sentado en una silla, con la mirada puesta en el horizonte, William comienza a recordar que tenía apenas 11 años cuando sus padres lo mandaban a la tienda o a la licorería del barrio a comprar licor.

“Como hijo hacía caso e iba donde ellos me mandaban, los tiempos eran diferentes a los de ahora, porque antes les vendían a los menores de edad cigarrillos y licor sin ningún problema, actualmente esto está prohibido”, dice.
William recuerda que llegaba a la casa con el licor para sus padres, quienes se encerraban en el cuarto a jugar naipe y a beber.
“Siempre dejaban un poquito de licor en la botella y yo me lo tomaba”, dice al recordar sus inicios en ese mundo del alcohol y las drogas.
Agradecido. La historia se repetía siempre, los padres lo enviaban a comprar licor y él terminaba borracho tomando lo que sobraba en la botella, después se ponía a tomar ‘pecho a pecho’ con su hermano mayor, que tenía por entonces 16 años.
En su rostro se dibuja una sonrisa y asegura que sus padres no se daban cuenta porque al siguiente día todos amanecían ‘chuchaqui’ y el olor a licor en la casa era general, por lo que no se percataban nunca.
Los años pasaron y William se casó a los 16 años de edad, pero seguía consumiendo licor e incluso su adicción por el alcohol aumentó al punto de que ya no sentía satisfacción.
Entre los amigos de copas habían unos que consumían drogas y le ofrecían, pero él no les hacía caso y sólo bebía licor. Pero una vez cayó en la provocación y por curiosidad la probó. ”Me sentí en otro mundo y, como con el licor ya no sentía satisfacción, continué consumiendo droga”, dice. William aceptó que las drogas lo convirtieron en un hombre agresivo con su esposa e hijos, cambió su hogar por las calles, porque se emborrachaba y drogaba, quedando botado en la calle, dormía debajo de los puentes.
“La basura era más importante que yo, porque pasaba el recolector y la recogía, pero yo estaba botado y nadie me recogía, y cuando alguien intentaba ayudarme, yo me le ponía bravo”, recuerda William.
Explica que por aquella época vendió todos los enseres que le regalaron cuando se casó, se quedó sin un plato en su casa porque todos los vendía o cambiaba por droga, hasta los tarros de leche de su hijo que estaba pequeño los vendía para poder comprar droga, sin importarle que su primogénito no tomara leche.
Pese a que estaba bajo los efectos de la droga, él le pedía a Dios que lo sacara de ese mundo, fue así que estuvo al borde de la muerte por una sobredosis de droga.
“Estuve internado en el hospital conectado a un respirador artificial, recuerdo que estaba como muerto y vi un río rodeado de naturaleza y le pedí a Dios que me diera una nueva oportunidad de vida, mientras que el agua seguía su cauce, hasta que desperté y vi que estaba rodeado de doctores y mi mamá con mi esposa estaban llorando. Les dije que no lloraran porque yo estaba vivo y lo más importante de todo es que no quería saber nada de las drogas y mi mentalidad era otra”, rememora.
William destaca que no tuvo que asistir a ninguna clínica de rehabilitación para dejar de consumir, fue su propia voluntad y sobre todo la fe de Dios.
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