Actualizado hace: 941 días 17 minutos
Thalía Cedeño Farfán
¡El ceibo, esos fantasmas… !

¿Que van a declarar al ceibo un ícono de la provincia? ¡magnífico! Merecen un aplauso las instituciones que así lo hagan en Manabí.

Lunes 30 Marzo 2015 | 04:00

Lo conocemos, redundar es hablar de él, pero vale rendirle homenaje y reiterar que se trata de un gran señor que habita parajes solitarios, que toma formas según le conviene. 
Unas veces es gordo y parece un tonel, posee grandes brazos para alcanzar las nubes y aprisionar las  noches. Se resiste a que otros brazos lo envuelvan; le salen raíces inmensas que consumen mucha agua.  Es un gran bebedor. Se emborracha de ella, tanto que prefiere que nunca le falte y se aprovisiona para todo el año; egoístamente deja sin nada a los que están a su alrededor, pero florece y sus hermosos copos son luces o algodón de azúcar que picotean los pájaros.
Como no puedo adornarte de hermosas canastas en la Navidad, tengo que utilizar el pino que, aunque noble, no es como tú que pareces ser un gran escultor. Sí, sabes llamar la atención con esas formas tan plásticas en uno solo. 
A veces eres hombre, otras  mujer, dos en uno solo, niño de historietas de gigantes que quedaron atrapados en el tiempo y no sucumbiste a la depredación de alguna era glaciar.
Señor barrigón, fantasma manabita sin sombrero de paja toquilla. Te saludo siempre que paso por tus parajes y juego mentalmente cual niña traviesa. ¡Me sugieres tantas cosas fugaces!  Las veloces ruedas del automotor no me dejan disfrutar más que de instantes de visión silvestre,  pero quedas en el recuerdo sin final.
 Te cuento que te pinté una vez lleno de caritas de habitantes valdivias. Esto fue una Navidad. Y la familia divina eran dos señores valdivias visitados por un niño ajeno a su raza. Ellos hicieron ofrendas como corresponde a un ilustre visitante que venía en son de paz. Solo quería conquistar los corazones de esos lugareños teniéndote a ti como testigo.
Señor ceibo, te rindo pleitesía por tu noble y distinguido andar ¿caminas en las noches? No, tal vez no, pero te asomas a mirar el mar desde tu altura, 
¡Cuánto me alegro que hayas puesto a pensar a otras personas en preservarte para la eternidad! Y que nunca, nunca, se les ocurra ponerte una fábrica cerca de tu hábitat. Te necesitamos, te queremos ver feliz, eres árbol de paz.
 
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