Actualizado hace: 940 días 19 horas 32 minutos
Eduardo Aráuz Fernández
La peor de las noticias

Nuestro mundo emocional puede verse alterado a consecuencia de los problemas de relación, trabajo, finanzas, pero si algún problema puede hacer tambalear todo nuestro ser, ese es el de enfrentar a la posibilidad o al hecho certero de una muerte próxima.

Viernes 27 Febrero 2015 | 04:00

Hacerse a la idea de morir cuando se han perdido todas las esperanzas lleva su tiempo, y requiere una gran preparación ya que nuestra cultura nos hace olvidar ese momento. De todas las situaciones que pueden acontecer a un ser humano, es la muerte la única por la que pasamos todos sin excepción. Por ello, nada más torpe que evitar conocer cuáles serán las nuevas necesidades a las que nos enfrentaremos en esos momentos.
Cuando se trata de encarar nuestra propia muerte, es interesante no olvidar que este es el momento en el que mayores posibilidades tendremos para caer en el desaliento, la depresión, la desesperación, y que en previsión de ello, no debemos permitir que la actitud de los demás sea la de evitar tratar el tema, mentir, posponer hacer gestiones que nos tranquilizaría ver completadas. Morir, como todos los momentos importantes de la vida, puede ser un hecho cargado de la mayor dignidad, una experiencia enriquecedora para cuantos participan de ella, o bien verse inmerso en la mentira, el miedo, el disimulo y la infantilización del sujeto, al cual se le engaña, se le calla con excusas ridículas y se le niega una de las mayores vías para su bienestar, como es la de poder hablar del tema, desahogarse, o compartir sus últimos pensamientos con las personas  que quiere.
Prepararse anticipadamente para las necesidades obligatorias que tendremos, o que nuestros familiares tendrán en tan difíciles momentos, es la mayor manera de no incrementar innecesariamente el dolor y de que este tipo de noticias tan comunes no nos alcance de forma devastadora.
Decir adiós es uno de los ejercicios más duros de la existencia, pero decir adiós cuando la vida ha sido larga, plena y fructífera, es parte de la renovación y de la enseñanza ineluctable de la vida, y como tal, debe alegrarnos. 
Como vivimos, así moriremos, porque haber desarrollado cualidades humanas y sabiduría suficiente para encarar la vida, hará que el tránsito a la muerte sea algo menos extraño y traumático.
 
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