Alguien reflexionó satíricamente que los musulmanes no viven en paz dentro de sus fronteras, siempre en disputa, pero emigran a países de una civilización totalmente opuesta a la islámica. Aunque no todo es malo -malo desde nuestra óptica cristiana-  los egipcios son  humildes, acogedores y más abiertos. En la turística e inmensa El Cairo bien puede verse a una audaz nórdica paseándose con pantalones muy cortos, en contraste con las cubiertas nativas. Es normal que un joyero abandone por un rato su negocio lleno de pesadas piezas de 22 kilates, seguro de que nadie osará llevarse nada, por eso las tiendas están abiertas hasta pasada la medianoche, siendo imposible también encontrarse con un drogado o alcohólico que pudiera causar  daño a cualquier traunseúnte. Ni siquiera lo morderá un perro, porque no conviven con ellos, al parecer desde que Mahoma fue atacado por uno de estos leales aunque a veces asesinos animales.

Pero las mujeres tienen que orar por separado en las mezquitas y siguen siendo sometidas a la horrorosa ablación para evitar cualquier pecaminoso disfrute.  Al contrario, si en algún país escandinavo  tomar el sol desnudo no es un delito,  sí lo es beber cerveza en los parques.  Por otra parte, la figura humana menos aún la de Mahoma, no puede ser representada en ninguna manifestación  artística, amparado en ello un jeque prohibió que los niños se recrearan haciendo un inocente muñeco de nieve.

Los seguidores de Mahoma, como en toda doctrina, unos más radicales y otros menos, creen que alcanzarán la gloria muriendo en la lucha por imponer su fe. Otra diferencia insalvable con los occidentales que aman la vida, excepto los que padecen de un serio disturbio mental. Y es tal la ubicación social de la mujer, que morir de manos de una abrirá las puertas del infierno. La estrategia ahora es reclutar mujeres contraguerrilleras. 

Es preocupante que las soberanas relaciones de negocios con estos países y la eliminación de visas facilite el ingreso a nuestro país de musulmanes totalmente incompatibles con esos mismos principios que estableció la Revolución Liberal. Ya Argentina está experimentando las consecuencias de lo que no es un simple temor: el fiscal  Alberto Nisman murió asesinado mientras denunciaba al gobierno de Cristina Kirchner por encubrir el atentado contra la asociación judía AMIA,  perpetrado por iraníes. 

El comercio con Irán se volvió asunto de vida o muerte….