Actualizado hace: 941 días 15 horas 13 minutos
Jaime Vernaza Trujillo
Enero en París

C omenzó enero y París entristecía. La otrora ciudad de las luces sentía replicar su dolor en cada paso que daban las más de tres millones de personas que caminaron sus avenidas demostrando, según era la intención, unidad y rechazo a la barbarie a la que terroristas islámicos la han sometido.

Sábado 24 Enero 2015 | 04:00

Impresionante e histórica marcha que dejó saber al mundo lo acongojados que estaban los marchantes, entre  ellos  líderes mundiales que fueron parte del evento.
Luego todos a sus casas y nada ha pasado. Guardando las gigantescas proporciones, me recordó las marchas blancas de mi tocayo.
Los islámicos terroristas consiguieron mucho pero mucho más de lo que deseaban: aterrorizar al mundo haciéndole saber su decisión de asesinar a quienes no profesen su religión. 
El triunfo no fue para París,  la marcha fue el reconocimiento de su incapacidad de evitar esos crímenes infrahumanos.
¿Se acordó cómo enfrentar sin ambigüedades  a estos asesinos despiadados? ¿Se dispuso a la Policía y/o Ejército que entren a perseguirlos a sus refugios en las”no go zone”? No hay cambios.
Como siempre, el pueblo se pronuncia en las calles reclamando por un hecho aborrecible  que el gobierno no ha sido capaz de prever y combatir y  los políticos salen a presidir las  marchas. Irónico, vergonzante. Inhumanamente paradójico.
 Se dice que el voto de los islámicos pesa mucho para ganar elecciones, lo que nos da  una luz del por qué se los ha dejado llegar a donde han llegado, al punto de ser intocables. 
Si los terroristas islámicos votan a quienes luego los protegen por conveniencia propia y no del país, sería función del resto botarlos a ellos y a los políticos que lo merezcan.
París, la Ville lumière , la ciudad de las luces, ha oscurecido su histórico cielo como consecuencia de los últimos acontecimientos que, por la inacción de sus líderes demagogos, cobardes y traidores, se advierten repetir en mayor proporción y cataclismo. 
La ciudad de las luces, la  que tempranamente iluminó sus vías, la que adquirió fama como sede de artes y de ilustración, necesita nuevos líderes antagónicos a los actuales para que con los marchantes encandilen al mundo con el brillo de su determinación, que rescate las libertades perdidas enfrentando con éxito a los embajadores de la irracionalidad bestializada, que actúan en nombre de un supuesto dios, que de existir sería maldito.
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