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Una pluma al más allá
Una pluma al más allá
Por: Childerico Cevallos
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Domingo 18 Enero 2015 | 04:00

O riundo de otra región de la patria, hincó sus raíces en Manabí, llegando a convertirse en un manabita profundo, con sapiencia universal y acendrado amor a este terruño. Su capacidad intelectual le facilitó ubicarse de maestro en el campo y posteriormente en Portoviejo, donde encontraría mayores oportunidades para transpirar mejor sus inquietudes.

Y así llegó a El Diario Manabita, como apoyo fecundo a las avanzadas manifestaciones de progreso de Pedro Zambrano Izaguirre, un visionario que dirigía el medio, de quien se convirtió en su brazo derecho en la larga tarea de informar y batallar por el progreso y en defensa de la patria chica.
Sin ser manabita de origen, sus conocimientos en cuanto a la potencialidad, características y recursos de la provincia eran superiores a las de muchísimos manabitas, entre los que me incluía. 
Por ello su quehacer periodístico era profundo, real, permanente, constante. 
Aquello lo hacía efectivo y seguro.
Y, como todo lo mejor, causaba envidia.
Contemporáneo del linotipo, de la máquina caliente, del tipeo en las sonoras máquinas de escribir mecánicas, no tuvo dificultad en apurar su aprendizaje y el de todos sus compañeros en el uso de las computadoras que ya, en ese tiempo, marcaron un cambio de matriz productiva, la periodística, que  Diario Manabita impulsó  en la provincia.
Al igual que de la limpieza de su escritura, yo era uno de los tantos que envidiaba la velocidad conque trasladaba al papel lo que pensaba. Junto a Pedro Zambrano Izaguirre y María Dolores Vélez, formaba el trío de mecanógrafos que más rápidos en escribir he conocido.
Amigo seguro, crítico empedernido, granjeaba amistad con quienes se permitían intimar más con él, pues era conocedor a fondo de los problemas manabitas, a los que presentaba fórmulas racionales, incluyendo la participación de profesionales locales. Apostaba por soluciones provenientes de la intelectualidad de los manabitas.
Así transcurrió su vida, hasta que decidió retirarse y disfrutar del sueño de sentirse satisfecho por haber sido servicial a la colectividad a través del periodismo y la docencia. Pero, comprometido con la libertad de expresión, continuó aferrado a escribir sobre los avatares o las certezas de la vida.
Y así transcurrió sus últimos días, hasta que la muerte enfundó su pluma y trasladó su alma a la morada eterna, donde volverá a estrechar su mano y entrelazar abrazos con recordados periodistas y compañeros de experiencias como Pedro Zambrano Barcia, Pedro Zambrano Izaguirre, Francisco Villamar, Rafael Arboleda, Ulbio Peñarrieta, Manuel Chamba, César Izquierdo, Carlos Viteri Junioux, el “cabo” Jaramillo, Clotario Mendoza, Humberto Elías Mendoza, Galo Vera, Mauro Mendoza “Mazalo”, Ricardo Pólit, entre otros, que se le adelantaron, como ahora él lo hace a nosotros.
Pero todos sabemos que sólo es eso: un adelanto a quienes, en algún momento, indefectiblemente seguiremos esos pasos para sentarnos en lo inconmensurable a retomar esos tiempos de un rummy, de un treinta o un cuarenta, teniendo como testigo al Creador y sorbiendo tragos, de aquella bebida eterna de la amistad, ahora en el más allá...
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