Era diciembre de 1984 y al sur de Portoviejo se escribía otro capítulo en la historia de los asentamientos irregulares que han existido en las mayores ciudades manabitas.

En este caso, decenas de familias ocuparon terrenos de la ahora Empresa Pública de Aguas de Manta (EPAM) detrás de las colinas de Andrés de Vera en la capital provincial, creando la ciudadela El Florón.

“Me ponían de primera a frentear a la policía, ahí me empezaron a decir Madrina”, recuerda riendo Orfelina Saltos, de ahora 77 años.

Su esposo, Víctor Hugo Palma, con quien pasó noches en vela cuidando el terreno ocupado, recuerda al área como un amplio matorral.

CRECIMIENTO. Jairo Vinces, quien fue dirigente por años, calcula que en sus ocho etapas El Florón suma 17 mil personas. 

José Quiroz, presidente del consejo barrial, habla de unas 3.500 familas; y sólo el Subcentro de Salud del lugar ya registra 16.035 carpetas de pacientes.

Quiroz señala que con apoyo de organizaciones como el club Rotario lograron tener agua, y con intervención municipal se amplió y se sumó el alcantarillado. Ahora gestionan el arreglo de calles así como cámaras de vigilancia y talleres para frenar la delincuencia.

TEMOR.  Los delitos aquí están a la orden del día: Lilian Rodríguez vive hace una década en El Florón 6 y cuenta que allí cerca hace unas semanas robaron a los pasajeros de un bus. 

Maritza Moreira, dirigente de la séptima etapa, informó sobre la violación a una menor de edad por su sector. Mayra Mesa, de El Florón 8,  refiere sobre frecuentes robos a distribuidores de bebidas gaseosas.

“Es poco lo que podemos hacer: cogemos a alguien y enseguida sale todo el barrio a defenderlo y a atacarnos”, confiesa un policía mientras muestras las marcas que dejaron las piedras que le han arrojado a su patrulla.

Cuenta que entre todas las etapas de El Florón atienden en un turno de ocho horas entre 10 y 15 auxilios, la mayoría por robos, drogas o violencia intrafamiliar.