No somos ni seremos jamás enemigos de la gran nación norteamericana, eso sería una estupidez equivalente a desconocer los grandes valores que ella amadrina; sería ignorar la existencia del Iri League, bajo cuyo nombre se agrupa las ocho universidades más prestigiosas de EE.UU., la de mayor rigor científico, como  Harvard (sólo acepta el 5.9% de las solicitudes), Yale, Columbia, Princenton, Darmouth, Brown, Pensilvania y Cornell. Nuestro verdadero enemigo no es el pueblo estadounidense, no, son esos gobernantes que con su política neocolonialista pretenden imponernos el tipo de gobierno que su omnímoda voluntad decida. Y en este punto valga una aclaración: El presidente de los USA., es elegido mediante elecciones, pero quien en realidad gobierna son los poderosos grupos económicos, las gigantescas corporaciones; el presidente es un mero “símbolo” de una democracia degenerada y mentirosa; basta  mencionar a los ciudadanos encerrados por varios años en la cárcel de Guantánamo, sin fórmula de juicio alguno y sometidos a las peores torturas que una mente diabólica pueda imaginar. 

Los pueblos de nuestra América tienen el legítimo derecho de elegir a sus gobernantes, a trazar las líneas de su economía, a disponer de sus recursos naturales como mejor le convenga a sus intereses, a entablar relaciones  con los países del mundo, a vivir en plena paz y libertad, sin tutelajes sin sometimientos oprobiosos. En conclusión: Nos asiste el derecho a disfrutar del buen vivir.

Si el presidente Correa no hubiese rescatado el petróleo que estaba en manos de las grandes compañías petroleras; si el país siguiera acatando y poniendo en práctica las recetas económicas neoliberales impuestas por el F.M.I, tened la seguridad que el Ecuador no estaría enfrentando esa gigantesca campaña de desprestigio promovida por el imperio en contubernio inmoral con el poder mediático que tiene bajo su control. “El amor, madre, a la patria/ no es el amor ridículo a la tierra/ ni a la yerba que pisan nuestras plantas:/ es el odio invencible a quien la oprime,/ es el rencor eterno a quien ataca”. (Martí).