Los bellos recuerdos de nuestra niñez y adolescencia que vivimos cuando disfrutamos de las limpias aguas de nuestro río Portoviejo, se mantienen enhiestas, bullen en nuestras memorias; esas tardes de verano cuando ir a refrescarse en ese afluente era algo así como parte de la cotidianidad. La familia en hermandad asistía para asolearse y solazarse, la ciudad aún no crecía en población y extensión, se tenían lugares ya reconocidos para bañarse como: “la playita”, Acapulco, “la compuerta”, la quinta Veracruz, los puentes Chile y San José, el Papagayo. Por aquellos tiempos el río tenía alegría, colorido y vida; lo cuidábamos porque en él nos bañábamos y pescábamos. Era ese lindo río, nuestro río.
Pero la ciudad creció en habitantes y por ende se amplió más, se necesitó urgentemente de servicios básicos para atender las necesidades sanitarias de los nuevos vecindarios que se asentaron sin alguna planificación. Pero no los hubo y aquí recae la culpabilidad e irresponsabilidad del ayuntamiento cantonal de Portoviejo; históricamente ningún alcalde se preocupó seriamente de solucionar este grave problema y toda esa falta de ejecutividad de estos señores la cargó el inocente río, que hasta por estos días recibe desde la cabecera donde nace, y por todos los pueblos en tránsito por donde pasa, grandes cantidades de basura, inmensas descargas fecales, residuos derivados de petróleo y pesticidas; elementos nocivos que envenenan cualquier tipo de vida que hay en este torrente. Y lo más peligroso, ponen en grave riesgo la salud y vida de los habitantes de esta provincia, que se abastecen para su consumo personal de estas contaminadas aguas.
Da la idea que a los diferentes alcaldes de los cantones por donde transita el río, al prefecto, a los funcionarios de salud y los del ambiente, no les interesa en nada este terrible problema por el que atraviesa la mayoría de la población manabita. Y digo esto porque hasta esta fecha no han realizado nada en serio y con rapidez, salvo por ahí tibios conversatorios irresolutos, para enfrentar con seriedad y acritud la crítica contaminación de nuestro mayor proveedor acuífero. Tengo el barrunto, amigos mío, que a estos funcionarios poco o nada le importa la vida y el bienestar de la población
Nuestro río significa algo más que un río: es alimentación, diversión, transporte, colorido, salud y principalmente es vida, nuestra vida, y la de nuestros congéneres porque nos dota del líquido vital. Por todo esto, defendamos al río; ya basta de tantas agresiones a sus aguas. Estamos acabando con un bien natural que es nuestro amigo, hagamos conciencia, imaginémonos que el río pagó tributo a nuestras irresponsabilidades.
¿Qué haremos sin él?