El carro llevaba pocos pasajeros, él se acomodó, puso su bastón y gorra a un lado y se quedó dormido.  Llevaba en el bolsillo de su camisa $15; luego de él subieron al bus cuatro jóvenes un tanto bulliciosos, él seguía adormitado.  Al llegar a Chone y pedir que ahí lo dejen, se incorporó y notó que no estaban ni su bastón ni su gorra y los $15 se los habían sustraído.  Llamó al controlador del carro, quien no le pudo dar razón alguna; otro pasajero, también de la tercera edad, le dijo que los jóvenes al verlo dormido le tomaban foto con un celular y se reían con cada instantánea. Una pasajera dijo que les llamó la atención por el hecho y ellos le respondieron: “Usted no se meta, solo lo fotografiamos y por último no es su problema”. La chacota duró algunos minutos, más adelante los jóvenes se bajaron del vehículo siempre entre risas, burlas y empujones.

La victima al llegar a Chone no podía caminar sin su bastón, ni movilizarse porque no tenía un céntimo; no sabía que hacer. Felizmente un buen samaritano lo ayudó, llamó por teléfono a unos amigos del profesor que llegaron en pocos minutos, preocupados por esta persona. Marcharon juntos lamentando todo lo ocurrido.

Esto sucedido nos trae a varias reflexiones: ¿Qué está pasando con nuestros jóvenes que adoptan medidas tan irreflexivas, con sentimientos poco solidarios hacia otra persona y de abuso contra quienes no pueden defenderse? ¿Qué ejemplos reciben ellos en sus hogares, relaciones colegiales y con sus amistades? Además,  ¿por qué dan mal uso a la tecnología que debe servir para el bien y no para agredir con maldad?.  

Debemos redoblar la misión de educar para el bien, por salud social; recomendar más control a quienes brindan los servicios públicos en atención preferente a los  de la tercera edad.