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Las madres y los hijos sin apellido
Las madres y los hijos sin apellido
Por: Jacinto García Delgado

Miércoles 30 Julio 2014 | 04:00

A sí de sencillo…” Los hijos deben medir las consecuencias de sus acciones, si quieren abrirse paso sin el apellido”. Pues tienen que considerar que los más grandes hombres del periodismo, de la política, de la economía, de la educación, científicos y otros tantos más, han sido guiados por el resplandor de la madre; inclusive la espiritual, que nunca muere.

Después de todo, los hijos que quieren abrirse paso en la vida sin uno de sus dos apellidos, andan de afuera para adentro sin los recuerdos relacionados a la familia y hogar. Sin tener presente que la vida es un milagro permanente, aún más que su amor de hijo mide su grandeza.
Madre: mujer bendita que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor y mucho de ángel por lo incansable de sus cuidados. Decir su nombre es glorificarse con la Santísima Virgen María, dulcísima Madre de nuestro Señor Jesucristo, y de San José providencialmente padre adoptivo del niño concedido por obra del Espíritu Santo.
Debemos destacar que no puede olvidar una dama al elegir la pareja y formar su propio hogar, es probable que al conformar esta nueva vida social lo hago solamente con el apellido del padre y aumente el del contrayente, olvidándose que el apellido de la madre es la sangre de su propia sangre.
Si la vida sigue igual y tienen nuevos rumbos; los padres tienen que comprender que son los únicos responsables de que los hijos le pisoteen o engrandezcan el apellido. En el matrimonio sea este civil, eclesiástico, o de unión libre siempre hay un sacrificado; si el uno falla, el otro debe revestirse de una armadura para salir adelante, pero siempre deben recurrir a la madre por ser inteligente, valiente y hermosa.
La separación del parte, sea temporal o definitiva, desequilibra a la familia y por eso es fácil caer en el error de recostarse al hijo menor de mayor edad para sostener a la tambaleante estructura familiar. Agobiada por las responsabilidades que debe cargar sola.
En la práctica, los hijos que actúan como adultos en la niñez, carecen de fortaleza para pasar a la adultez. Le ocurre lo mismo a las frutas que se arrancan verde del árbol: tardan más en madurar.
Reflexionando: Mi respeto a la madre que logra la ansiada felicidad en el hogar. Pero, qué podemos decir de aquella que no tiene amor ni prosperidad porque sufre abandono y olvido del hijo ausente o presente.
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