Entre aquellos que decidieron emigrar a Portoviejo está Nancy Cañamar, su historia es diferente. Por razones de salud debe vivir en la Costa.  Ella extraña su ciudad y su familia en Otavalo y, aunque dice haberse adaptado a la vida portovejense, siempre extraña el color, la cultura y la belleza de su ciudad. Nancy se dedica a vender ropa en el edificio del Centro Comercial de Portoviejo, a sus 25 años tiene tres hijos, uno que viene en camino.  Ella dice que casi nunca hay tiempo para compartir o revivir sus tradiciones, sólo hay tiempo para el trabajo. “Preferimos estar entre nosotros mismos”, asegura.

expresiones. Byron Cañamar toca la quena y dice que los pasillos del edificio del Centro Comercial de Portoviejo son el lugar perfecto para cultivar la música andina, mientras atiende su puesto de ropa.  Byron revive así recuerdos musicales con su quena, y María Paucar, comerciante de frutas, dice que la mejor forma de mantener sus raíces está en conservar parte de su vestimenta. Y pese al clima caluroso de la capital manabita, siempre utiliza su falda de lana azul oscuro y las alpargatas (zapatillas) características de su tierra. Ella está orgullosa de sus raíces, pero los casi veinte años en Portoviejo le han servido para acostumbrarse a la vida del manabita, comenta haber perdido algo su acento.